La resurrección de Bermejo en el Museo del Prado

  • Más de cien mil visitantes atestiguan el redescubrimiento de “uno de los pintores más sugerentes y atractivos del siglo XV”, un cordobés, itinerante y judeoconverso
  • Reportaje completo solo para suscriptores

Exposición sobre Bartolomé Bermejo en el Museo del Prado

Acaba una exposición y comienza un mito. El redescubrimiento de Bartolomé Bermejo (h. 1440-1501), “uno de los pintores más sugerentes y atractivos del siglo XV”, según la definición de Joan Molina Figueras, comisario de la exposición antológica que le dedica el Museo del Prado y profesor de Historia del Arte de la Universitat de Girona, es todo un deslumbramiento. El impulso de la pinacoteca madrileña –y también del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), que posee la mayor colección de un pintor icónico de la Corona de Aragón, y que acogerá a partir del 15 de febrero la muestra madrileña–, ha provocado la resurrección de “una personalidad fascinante” de la pintura europea del siglo XV, equiparable a Jan van Eyck y Rogier van der Weyden.

“No sabemos cuándo nació, se educó y murió. No sabemos que lograra, si logró, salir de España. No sabemos con qué maestros se adiestró. No sabemos de príncipe, prelado, ni magnate que le protegiera; no sabemos si tuvo algún mecenas. No sabemos casi nada; no sabemos nada”, escribió el historiador Elías Tormo en 1916. Más de un siglo después, apenas se han disipado las sombras. “A día de hoy aún sabemos poco, demasiado poco”, afirma Molina. Únicamente unas escasas pero “destacadas aportaciones sobre su actividad e interesantes perspectivas interpretativas”, como enuncia este profesor, han relanzado académicamente su figura. Y el gran público lo ha descubierto con asombro en exposiciones como las del Prado.

El genio del siglo XVI

“La situación resulta especialmente dolorosa habida cuenta de que se trata de un maestro excepcional, una de las figuras más atractivas del escenario pictórico en la España del siglo XV y, más allá aún, de la Europa del Cuatrocientos”, apunta Molina. “Tal afirmación no es ni exagerada ni fruto de un ensimismamiento intelectual –insiste–. Una atenta contemplación de la veintena de tablas ejecutadas predominantemente por su mano que han llegado hasta nuestros días, certifica que nos encontramos ante un pintor dotado de una prodigiosa técnica, capaz de elaborar complejas y fascinantes composiciones que, a menudo, también destacan por la originalidad de sus iconografías y la presencia de elementos muy personales”. Entre ellas, su origen cordobés, sus múltiples residencias –Valencia, Daroca, Zaragoza y Barcelona– y sus constantes viajes.

El juicio de Molina es excepcional por lo tajante: “Con permiso quizás de Pedro Berruguete y Alejo Fernández, Bartolomé Bermejo es la personalidad artística hispana más poderosa de su época en los reinos peninsulares. Un pintor que, sin lugar a dudas, merece el decimonónico pero siempre expresivo calificativo de genio; un extraordinario maestro que fue capaz de seducir a los espectadores de su tiempo pero también a aquellos a los que después de más de cinco siglos nos aproximamos a sus sorprendentes creaciones”.

Noticias relacionadas
Compartir