Entrevistas

Luis Dri: “Nos equivocamos si creemos que el mundo se arregla con normas”

  • El capuchino y confesor referente para el Papa habla en Vida Nueva sobre su vocación: perdonar
  • “Francisco tiene la seguridad, desde Dios, para continuar esta obra de purificación de la Iglesia”
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“Buenos días, ángel de Dios. Paz y bien. Estoy a la orden”. Así nos recibe el capuchino Luis Dri (92 años) al teléfono. El papa Francisco ha puesto una y mil veces de ejemplo a este fraile argentino. Y lo ha hecho por su mayor virtud: sabe perdonar. Y lo hace cada día en el santuario porteño de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. La llamada de esta revista le sorprende. “Vida Nueva es una publicación muy significativa, no sé si yo puedo desmerecerla un poco”, dice. Aunque en el confesionario es donde se siente más a gusto, conversamos con él en torno a su vocación a pie de confesionario.

PREGUNTA.- En su visita a los países bálticos, el Papa les dijo a los jesuitas: “En Buenos Aires hay un gran confesor capuchino. Y es un gran perdonador. A veces siente escrúpulos de perdonar demasiado. Entonces se va delante del sagrario y dice: ‘Señor, discúlpame. He perdonado demasiado. ¡Pero el mal ejemplo me lo has dado tú!’. Este confesor no es de manga ancha, pero es verdaderamente un padre”…

RESPUESTA.- No lo dice ‘ex cathedra’, así que a lo mejor se ha equivocado (se ríe). El Papa habla así, pero no todo es cierto. Yo hago lo que puedo, soy un fraile del montón y no tengo ningún estudio especial. Solo soy un viejo de 92 años que se dedica a confesar porque es mi vocación.

P.- ¿Algo así como el cura de Ars latinoamericano?

R.- ¡No, ese era un santo! Yo soy muy del campo. Nací fuera de la civilización y me crié en el campo, huérfano, trabajando mucho. El Señor quiso traerme a ser fraile y aquí estoy. No sé por que dice eso el Papa. Se ve que le impresionó algo de cuando yo iba a verle en Buenos Aires o le llamaba, pero no es nada extraordinario. ¿Jesús a quién rechazó? A nadie. Solo perdonó y perdonó a todos. ¿Y yo quién soy para decirle a alguien que eso no vale, que eso no puede ser…? Ser misericordioso es nuestro deber, porque Dios es infinitamente misericordioso y Él nos perdonó primero. Yo tengo que perdonar siempre y lo hago con mucho gusto.

¿Por qué pensar tanto en el pecado y no mirar un poquito la misericordia, el abrazo, el amor, la entrega, la generosidad, el caminar de Jesús con cada uno de nosotros? Si él vino a redimirnos, si nos quiere permanentemente, ¿por qué vamos a estar siempre mirando el pecado? Abramos el corazón al amor del Padre Dios, por ahí es donde tenemos que ir. Pensando siempre en que es capaz y nos ama con amor indecible. Esto tiene que prevalecer sobre tanto remordimiento y tantas dudas. Dios lo sabe todo y te perdona; Él no vino a castigar.

P.- En el discurso del Papa a sus hermanos, dijo: “Si un sacerdote echa de mala manera a un penitente, el obispo debe preguntarse si es oportuno quitarle la licencia de confesar”…

R.- Si yo no me siento pecador, ¿cómo puedo recibir a los que vienen a pedir perdón? Si yo no soy el primero que se siente necesitado de perdón, no puedo hablarle al otro del perdón. Mi experiencia es la que tengo que transmitir a mi hermano que necesita del perdón. A confesar no se aprende con las leyes, se aprende sintiéndose perdonado, sintiendo que uno necesita del perdón. Debemos escuchar y no negar, porque no somos dueños del sacramento. Tenemos que estar encarnados en este Jesús que dio su vida por nosotros por amor, gratuitamente, sin pedir nada.

P.- ¿Falta misericordia en nuestros confesionarios?

R.- Sí, y es un error. Si no vivimos de la misericordia, del amor, si solo vivimos de leyes y de justicia, ¿donde vamos a parar? ¿Por qué seguía todo el pueblo hambriento y necesitado a Jesús y no a los fariseos? Porque los escribas hablaban de las leyes, que las sabían muy bien, pero Jesús les hablaba del amor del Padre, de su cariño, de su perdón, cómo Dios nos ama, nos quiere, nos cuida, nos protege… En nombre de nuestro Padre cuidaba, sanaba, instruía, y todo eso es lo que enloquecía al pueblo. Eso es lo que tenemos que hacer nosotros. ¿En serio tenemos que volvernos más fariseos de lo que somos? ¿Para qué sirven tantas leyes si no hay misericordia y amor? Vamos a vivir en nuestras fraternidades cumpliendo normas y leyes, cuando lo que tenemos que ser es hermanos, testimonio de amor para todos.

El camino de la Iglesia tiene que ir por otro lado. Nuestra entrega tiene que ser plena, tenemos que mirar mucho a Jesús y dejarnos transformar por Él. Solo así podemos ir adelante; si solo pensamos en nosotros y en que arreglamos el mundo dando leyes y normas, nos equivocaremos. Tengamos tiempo para estar ante Jesús sacramentado y dejar que nos llene de su amor, de su paz, de su sentimiento. El religioso o sacerdote que no tiene horas ante Jesús sacramentado se equivoca mucho, porque Él es el Maestro. Tengamos la actitud de contemplación de san Francisco de Asís, mirando con los ojos de Dios y escuchando con el oído de Jesús para poder llegar a nuestro pueblo.

P.- Cuando resta algo más de un mes para la cumbre antiabusos en Roma, ¿qué siente cuando escucha casos de abusos?

R.- Desgraciadamente, esto ha pasado siempre, pero antes se ocultaba. Lo que ha hecho el Papa es agarrar el toro por los cuernos y hacer limpieza, porque esto no se puede tolerar, no podemos callar y convertirnos en cómplices. La tarea que tiene por delante es dura, pero quien piensa con la cabeza y no con los talones se da cuenta de que es necesaria una purificación. Así como se clama por la transparencia económica, en esto también debemos ser transparentes. Ahora nos estamos purificando y va a costar mucho, porque, en parte, todos somos un poco corresponsables.

P.- Conoce a Jorge Mario Bergoglio desde hace muchos años, pero ¿qué enseñanza principal saca de su pontificado?

R.- Mira, yo en junio estuve diez días conviviendo con él en Santa Marta. Y me reafirmo en que este papa habla un idioma que es comprensible por todos. Cualquiera de sus escritos –’Evangelii gaudium’, ‘Amoris laetitia’…– lo puede leer un niño y lo entiende. Y con esto no estoy subestimando la gran riqueza de los textos de nuestro Papa. Él es la persona que el Espíritu Santo distinguió para este momento de nuestra historia. Y no hablo como un gran seguidor, porque estoy seguro de que cometerá sus errores, pero como pastor es extraordinario.

P.- Entonces, ¿tiene Bergoglio cuerda para rato?

R.- Yo lo vi muy sereno, muy dueño de lo que está haciendo. Tiene una visión clara de un nuevo futuro para la Iglesia. Yo oro mucho por él y le pido, desde aquí, que siga con paz y tranquilidad en la misma dirección, con esa seguridad, desde Dios, para continuar en esta obra de purificación, para que renazca un mundo nuevo y una Iglesia nueva en este momento de dificultades.

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