Después de la ceremonia de bienvenida al papa Francisco a la Jornada Mundial de la Juventud en la entrada principal de la Presidencia de la República de Panamá y su visita al presidente de la República, Francisco ha asistido al encuentro con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el Palacio Bolívar, actual Ministerio de Relaciones Exteriores.
En sus palabras, Bergoglio ha definido Panamá como una tierra de “convocatoria y sueños”. Convocatoria que se “transparenta hoy” en el “desembarco de miles de jóvenes que traen consigo el deseo y las ganas de encontrarse y celebrar”. Panamá, “por su privilegiada ubicación”, resulta “un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero”, ya que es un “puente entre océanos y tierra natural de encuentros”. Este, “el país más angosto de todo el continente americano”, es símbolo “de la sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas”.
El camino para que Panamá, ha subrayado el Papa, “pueda cumplir su vocación a ser tierra de convocatorias y encuentros”, pasa por la “decisión, el compromiso y el trabajo cotidiano” para que todos los habitantes “tengan la oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la nación toda”. “Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa de cada uno de sus miembros”, y para ello su dignidad ha de ser “reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos”. “Ambas realidades”, ha apostillado Francisco, “son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres”.
“Las nuevas generaciones”, ha indicado, “desde su alegría y entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica” exigen de los adultos, “especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública”, que se les presten las oportunidades para “llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada”. Esto es, tal como ha subrayado el Papa, “una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo”.
Los jóvenes reclaman, ante todo, “llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción”, pero también “un compromiso, en el que todos tengamos la osadía de construir una política auténticamente humana” capaz de poner a la persona “en el centro como corazón de todo”. Todo esto, ha apuntado Bergoglio, “impulsa a crear una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población”.
Como “tierra de sueños”, Francisco ha dicho que, después de la celebración de la JMJ, Panamá “no solo será recordada como centro regional o punto estratégico para el comercio”, sino que también se convertirá “en un ‘hub’ de la esperanza”. Un punto de encuentro donde los jóvenes “desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil”.
“Durante este tiempo seremos testigos de la apertura de nuevos canales de comunicación y entendimiento, solidaridad, de creatividad y ayuda mutua”, ha afirmado. Unos canales “de medida humana” capaces de “impulsar el compromiso”, pero también romper “el anonimato y el aislamiento en vistas a una nueva manera de construir la historia”.
“Otro mundo es posible”, ha señalado el Papa, “y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo”, ya que “el derecho al futuro es también un derecho humano”.