“Señor, Padre de misericordia, aquí, junto a tantos jóvenes venidos de todo el mundo, hemos acompañado a tu Hijo en el camino de la cruz; ese camino que ha querido recorrer para mostrarnos cuánto nos amas y cuán comprometido estás con nuestras vidas”. Así ha comenzado el papa Francisco hoy, 27 de enero, su discurso al término del Vía Crucis de la JMJ celebrado en el Campo Santa María la Antigua de Panamá.
Y es que “el camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina y padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos”, ha dicho tras concluir la oración en la que la defensa de la vida, el éxodo de Venezuela y la promoción de la mujer han sido los protagonistas.
Asimismo, ha indicado que “también nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía y la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar”. “Siempre la misma tentación –ha continuado–. Es más fácil y ‘pagador’ ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador”.
Jorge Mario Bergoglio, ante los 300.000 jóvenes asistentes, ha querido denunciar uno de los grandes males de los jóvenes: el bullying, porque “es fácil caer en la cultura del acoso y de la intimidación”. Pero “no para tí, Señor”, que “en la cruz te identificaste con todo sufrimiento, con todo aquel que se siente olvidado; pues quisiste abrazar a todos aquellos que muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una caricia, de una bendición; o, peor aún, ni nos damos cuenta de que lo necesitan; en la cruz te unes al vía crucis de cada joven, de cada situación para transformarla en camino de resurrección”.
El Papa ha señalado que hoy, ese vía crucis se prolonga en muchas realidades. Y las ha enumerado:
“Sí, Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, consume el drama de su propia frivolidad”, ha subrayado después, para luego preguntarse: “Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos? ¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos que hemos aprendido a invisibilizar? ¿Consolamos y acompañamos al Señor en los más pequeños y abandonados? ¿Lo ayudamos a cargar el peso de la cruz siendo operadores de paz? ¿Permanecemos al pie de la cruz como María?”.
Francisco se ha detenido en contemplar a María, “mujer fuerte”. “De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz. Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos”, ha explicado. Porque “ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo; sostenerlo en la mirada y cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del ‘sí’, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza”, ha añadido.
Siguiendo el ejemplo de María, “nosotros también queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado”, ha afirmado antes de relatar las enseñanzas de María:
Y ha recalcado que, “como María, queremos aprender a ‘estar’”. Por eso, “enséñanos Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación. Enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en su corazón”, ha concluido.