“De un tiempo a esta parte no son pocas las veces que parece haberse instalado en nuestras comunidades una sutil especie de fatiga. Se trata de una tentación que podríamos llamar el cansancio de la esperanza”. Así lo ha expresado el papa Francisco hoy, 26 de enero, durante la celebración que ha presidido en la Basílica Catedral Santa María la Antigua –que reabre sus puertas para con motivo de esta JMJ– ante sacerdotes, religiosos y movimientos laicales de Panamá.
“Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: ‘Dame de beber’ (Jn 4,6-7)”. En torno a este evangelio, Francisco ha querido llevar “una palabra de vida a nuestra humanidad” antes de la dedicación del altar.
Durante su homilía, ha indicado que “es relativamente fácil para nuestra imaginación, compulsivamente productivista, contemplar y entrar en comunión con la actividad del Señor, pero no siempre sabemos o podemos contemplar y acompañar las ‘fatigas del Señor’, como si esto no fuera cosa de Dios”. Pero “el Señor se fatigó y en esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos los que están cansados y agobiados (cf. Mt 11,28)”, ha recalcado.
Para Francisco, “las causas y motivos que pueden provocar la fatiga del camino en nosotros sacerdotes, consagrados y consagradas, miembros de movimientos laicales son múltiples: desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón; desde la simple y cotidiana entrega hasta el peso rutinario de quien no encuentra el gusto, el reconocimiento o el sustento necesario para hacer frente al día a día. Toda una gama de peso a soportar”.
Asimismo, el Papa ha señalado que “el cansancio paralizante nace de mirar para adelante y no saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando”. “Estos cambios–ha insistido– parecieran cuestionar no solo nuestras formas de expresión y compromiso, sino que ponen en duda, en muchos casos, la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy. E incluso la velocidad de esos cambios puede llevar a inmovilizar toda opción y opinión y, lo que supo ser significativo e importante en otros tiempos parece ya no tener lugar.
Y es que “el cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ (Mt 27,46)”.
“Así podemos acostumbrarnos a vivir con una esperanza cansada frente al futuro incierto y desconocido, y esto deja espacio a que se instale un gris pragmatismo en el corazón de nuestras comunidades”, ha aseverado. Y ha añadido: “Todo aparentemente parecería proceder con normalidad, pero en realidad la fe se desgasta y se degenera. Desilusionados con la realidad que no entendemos o que creemos que no tiene ya lugar para nuestra propuesta, podemos darle ‘ciudadanía’ a una de las peores herejías hoy: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen nada que aportar en este nuevo mundo”.
Según el Papa, “las fatigas del camino acontecen y se hacen sentir. Gusten o no gusten están, y es bueno tener la misma valentía que tuvo el Maestro para decir: ‘dame de beber'”. Y ese ‘dame de beber’ es hoy “volver sobre nuestros pasos y, en fidelidad creativa, escuchar cómo el Espíritu no engendró una obra puntual, un plan pastoral o una estructura a organizar sino que, por medio de tantos ‘santos de la puerta de al lado’ ―entre los cuales encontramos padres y madres fundadores, obispos y párrocos que supieron poner fundamento a sus comunidades―, regaló vida y oxígeno a un contexto histórico determinado”.
‘Dame de beber’ significa “animarse a dejarse purificar y rescatar la parte más auténtica de nuestros carismas fundantes ―que no solo se reducen a la vida religiosa sino a la Iglesia toda― y ver de qué forma se pueden expresar hoy”, ha continuado. También significa “reconocer que necesitamos que el Espíritu nos transforme en hombres y mujeres memoriosos de un paso, del paso salvífico de Dios”.
Antes de concluir, Francisco ha afirmado que “la esperanza cansada será sanada y gozará de esa ‘particular fatiga del corazón’ cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores”.