El papa Francisco, al concluir la misa de clausura de la JMJ de Panamá, se ha dirigido a la Casa Hogar del Buen Samaritano Juan Díaz –fundación promovida por la Iglesia panameña para la asistencia de jóvenes y adultos pobres afectados del VIH–. Un encuentro que Jorge Mario Bergoglio ha reconocido que ha “deseado mucho”.
En el encuentro también han estado jóvenes del Centro Juan Pablo II, del Hogar San José de las Hermanas de la Caridad y de la Casa del Amor de la Congregación Hermanos de Jesús Kkottonngae. “Estar hoy con ustedes es para mí un motivo para renovar la esperanza. Gracias por permitirlo”, ha dicho al comenzar su discurso.
Francisco, preparando el encuentro, ha tenido la oportunidad de leer el testimonio de un miembro de la Casa Hogar que “me tocó el corazón”. Ese mensaje rezaba así: “Aquí yo nací de nuevo”. Y es que “este hogar, y todos los centros que ustedes representan, son signo de esa vida nueva que el Señor nos quiere regalar. Es fácil confirmar la fe de unos hermanos cuando se la ve actuar ungiendo heridas, sanando esperanza y animando a creer. Acá no nacen de nuevo solo los que podríamos llamar ‘beneficiarios primeros’; aquí la Iglesia y la fe nacen y se recrean continuamente por medio de la caridad”.
El Papa se ha valido del Evangelio para recordar que para Jesús, su prójimo es “todo rostro que encontramos en el camino” y lo relató con la parábola del Buen Samaritano. Así, ha dicho que “todas vuestras casas, nos muestran que el prójimo es en primer lugar una persona, alguien con rostro concreto, real y no algo a saltear o ignorar, sea cual sea su situación”. “Es rostro que incomoda hermosamente la vida porque nos recuerda y pone en el camino de lo verdaderamente importante y nos libra de banalizar y volver superfluo nuestro seguimiento del Señor”, ha aseverado.
Por eso, estar en ese hogar es “tocar el rostro silencioso y maternal de la Iglesia que es capaz de profetizar y crear hogar, crear comunidad. El rostro de la Iglesia que normalmente no se ve y pasa desapercibido, pero es signo de la concreta misericordia y ternura de Dios, signo vivo de la buena nueva de la resurrección que actúa hoy en nuestras vidas”.
Asimismo, el Papa les ha recordado que “crear hogar es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos utilitarios o funcionales que nos hagan sentir la vida un poco más humana. Crear hogar es permitir que la profecía tome cuerpo y haga nuestras horas y días menos inhóspitos, indiferentes y anónimos. Es crear lazos que se construyen con gestos sencillos, cotidianos y que todos podemos realizar”.
Pero, ha insistido en que “un hogar, y lo sabemos todos muy bien, necesita de la colaboración de todos. Nadie puede ser indiferente o ajeno, ya que cada uno es piedra necesaria en su construcción. Y eso implica pedirle al Señor que nos regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, a perdonarse; aprender todos los días a volver a empezar. Y, ¿cuántas veces perdonar o volver a empezar? Setenta veces siete, todas las necesarias. Crear lazos fuertes exige de la confianza que se alimenta todos los días de la paciencia y el perdón”.