“La vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno”. De esta manera ha comenzado el papa Francisco su discurso en la vigilia con los jóvenes de la JMJ de Panamá hoy, 27 de enero.
Francisco ha empezado su discurso con otro lenguaje. El de hoy. El que entienden los interlocutores. Por eso, les ha indicado que “esa vida –que Jesús regala– no es una salvación colgada ‘en la nube’ esperando ser descargada, ni una ‘aplicación’ nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación”. “Tampoco un ‘tutorial’ con el que aprender la última novedad –ha añadido–. La salvación que el Señor nos regala es una invitación a ser parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias”.
De hecho, ha continuado: “Así sorprendió a María y la invitó a formar parte de esta historia de amor. Sin lugar a dudas la joven de Nazaret no salía en las ‘redes sociales’ de la época, no era una ‘influencer’, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia”. “María –ha aseverado–, la ‘influencer’ de Dios. Con pocas palabras se animó a decir ‘sí’ y a confiar en el amor y en las promesas de Dios, única fuerza capaz de hacer nuevas todas las cosas”.
El Papa ha destacado la fuerza del ‘sí’ de María. Porque María no es de las de lo hacemos y ya vemos. No. “Fue algo más, algo distinto. Fue el ‘sí’ de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa”.
En muchos jóvenes, Jorge Mario Bergoglio, a ejemplo de María, ve personas que “arriesgan y apuestan guiados por una promesa”. Y es que decir ‘sí’ al Señor es “abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros amigos tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces. Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos digno de amor”, ha explicado.
“¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor? ¿Alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión no es digno de amor?”, le ha preguntado Bergoglio a los jóvenes en repetidas ocasiones. Buscaba su ‘sí’. Un ‘sí’ decidido. Porque “así lo hizo Jesús: abrazó al leproso, al ciego y al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó y perdonó a quienes lo estaban crucificando”.
¿Por qué hizo esto Jesús? Se ha vuelto a preguntar el Pontífice. Pues “porque el amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor. Porque la verdadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es permanecer en el piso y no dejarse ayudar”.
Siguiendo su alocución, el Papa ha dicho que hay “una pregunta que los mayores estamos obligados a hacernos, es más, es una pregunta que ustedes tendrán que hacernos y tendremos el deber de respondérsela: qué raíces les estamos dando, qué cimientos para construirse como personas les facilitamos”. “Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar el tiempo murmurando si les privamos de oportunidades laborales, educativas y comunitarias desde donde agarrarse y soñar el futuro”, ha aseverado.
Por otro lado, Francisco ha recordado una charla con unos jóvenes sobre la cultura del abandono y de la falta de consideración. “No digo todos, pero muchos jóvenes sienten que no tienen mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde donde sentirse convocados”, ha dicho. Y se ha preguntado: “¿Cómo van a pensar que Dios existe si ellos hace tiempo dejaron de existir para sus hermanos?”.
Para Francisco “no basta estar todo el día conectado para sentirse reconocido o amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más grande que estar ‘en la red’. Significa encontrar espacios en el que puedan con sus manos, con su corazón y con su cabeza sentirse parte de una comunidad más grande que los necesita y que también ustedes necesitan”, porque “ser un ‘influencer’ en el siglo XXI es ser custodios de las raíces, custodios de todo aquello que impide que nuestra vida se vuelva gaseosa, se evapore en la nada. Sean custodios de aquello que nos permita sentirnos parte los unos de los otros”.
Bergoglio ha proseguido en su discurso preguntando a los jóvenes. “Ya saben contestar, eh”, ha bromeado después de varios ‘sí’. Y otra pregunta: “Amigos, les pregunto: ¿Están dispuestos a decir ‘sí’?”. No hay duda, ya aprendieron.
“El evangelio nos enseña que el mundo no será mejor porque haya menos personas enfermas, débiles, frágiles o ancianas de quien ocuparse e incluso no porque haya menos pecadores, sino será mejor cuando sean más las personas que, como estos amigos, estén dispuestos y se animen a gestar el mañana y creer en la fuerza transformadora del amor de Dios”, ha expresado. “¿Quieren ser ‘influencer’ al estilo de María, que se animó a decir ‘hágase’? Solo el amor nos vuelve más humanos, más plenos, todo el resto son buenos pero vacíos placebos”.