Estar atentos a las urgencias del mundo y al veloz cambio de la sociedad ha sido el núcleo de la mesa redonda ‘Lo que está naciendo ahora entre nosotros’, celebrada hoy, 29 de enero, en el marco de la XXX Semana de Teología Pastoral organizada por el Instituto Superior de Pastoral, que se está celebrando en el Auditorio Ángel Herrera.
La experiencia reciente del Sínodo de los Obispos sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’ ha dejado una huella significativa en el panorama eclesial actual, así como sus conclusiones, entre las que destaca, como ha señalado Ginés García Beltrán, obispo de Getafe, “que está naciendo y muriendo una época”. Un periodo que demuestra que “la Iglesia no es para sí, sino para el mundo”.
“Esta nueva época nos tiene que resituar, sobre todo, en cómo evangelizar”, ha dicho. “Gracias al papa Francisco está naciendo la conciencia de la sinodalidad”, ha subrayado García Beltrán, “en la Iglesia, en la Conferencia Episcopal y en las comunidades religiosas”. Pero, sobre todo, lo que está naciendo o, al menos, lo que está surgiendo también gracias a Bergoglio, es el “cambio en el modo de comunicar, que tiene un papel fundamental”. “No podemos limitarnos a que nos preocupe un documental de Netflix sobre los abusos”, ha apuntado, “sino engancharnos a las nuevas formas de comunicación para llegar a los jóvenes y a esas personas que no van a venir a nuestras catequesis”.
Dentro del proceso al que se refiere esta Semana de Teología Pastoral, el dejar morir algunas cosas para que nazcan otras nuevas, María del Rosario Ríos, presidenta de CONFER, ha señalado que, en su opinión, lo que debe morir, además del “clericalismo”, es “un cierto complejo, no para estar frente a nada, sino para estar con otros”. Sobre todo para percibir cómo son los jóvenes en la actualidad, que “traen diversidad y novedad”.
“Acompañar a los jóvenes nos exige salir de esquemas fijos que tenemos sobre ellos y sobre la pastoral”, ha dicho Ríos. Es decir, dejar atrás los complejos para “hacer un proceso verdaderamente creyente” en el que “los jóvenes nos ayudan a no dar nada por supuesto”. Ellos son, además, todo un ejemplo de diversidad en la que se puede encontrar “distintas sensibilidades, deseos de ayudar y ansias de espiritualidad, de vivir el evangelio, pero con la novedad de no partir con estereotipos de lo que es vivir la fe”.
“Los jóvenes tienen una capacidad de escuchar realmente sorprendente”, ha afirmado García Beltrán, que además ha negado que no sean capaces de comprometerse. “Cuando a los jóvenes les ilusiona algo se comprometen con ello”, por lo que “tal vez sea la Iglesia la que no ha sido capaz de ofrecerles algo con lo que ilusionarse, de salir a su encuentro”.
De hecho, el secretario general de Cáritas Diocesana de Madrid, Javier Hernando, ha señalado que los jóvenes no solo tienen una “solidaridad muy activa”, sino que son capaces de dar “muy buenas aportaciones” acerca del voluntariado y la caridad. “Proponen analizar la realidad social y la caridad desde la perspectiva de la persona que es atendida”, ha dicho Hernando, añadiendo que tienen unas “motivaciones muy profundas, pero con un estilo diferente” al de generaciones más mayores. Por todo ello, Ríos ha subrayado que es necesario que la Iglesia empiece a ver en los jóvenes “verdaderos agentes de evangelización”.
Una Iglesia en la que se “rompan los viejos esquemas”, que sea capaz de afrontar día a día la realidad y analizarla para dar las respuestas adecuadas, debe, además, “ofrecer a la sociedad una acción testimonial significativa”, tal como ha apostillado Hernando. Unas “respuestas testimoniales” que sean, a su vez, “voz de denuncia”, capaz de mostrar “que la sociedad puede organizarse de otra manera si se pone a las personas como centro de la misma”.
Para ello, García Beltrán considera que la Iglesia “debe ser una auténtica casa de acogida, donde se mire sin juzgar y se acompañe”. Lejos de la tendencia actual de pensar que los más jóvenes “se dejan llevar por los grandes acontecimientos de masas”, lo cierto es que “hoy vivimos un momento de personalización, en el que se demanda un acompañamiento individual” y en el que los miembros de la Iglesia han de ser “audaces para saber lo que Dios nos pide, pero también para saber lo que nos pide el pueblo”.