La Embajada de España cerca de la Santa Sede fue el escenario elegido en la tarde de ayer para presentar ‘La fuerza de la vocación’ (Publicaciones claretianas), el libro entrevista en el que el Papa reflexiona sobre los temas más acuciantes de la vida consagrada de la mano del claretiano Fernando Prado.
Junto al autor, participaron en una mesa redonda el cardenal Aquilino Bocos; el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de la Vida Apostólica, José Rodríguez Carballo; así como la hija de Jesús Sofía Contreras y el autor de la obra que ya ha sido traducida a doce idiomas. La embajadora, María del Carmen de la Peña, como anfitriona del acto, subrayó la proyección de este libro que invita a “mirar el pasado con gratitud, mirar el presente con pasión y mirar el futuro con esperanza”.
Como un hermano
“Francisco es el Papa, pero también es una persona muy normal en el trato humano con quien puedes hablar de la misma manera con la que yo hablo con un hermano de comunidad”, explicó Fernando Prado sobre la entrevista de cuatro horas aproximadamente que vertebra el libro. “Mostró una gran confianza en todo momento y no tiene miedo en meterse en jardines complicados”, apuntó sobre todas las cuestiones abordadas, desde el triunfalismo a la internacionalización pasando por la homosexualidad.
“El Papa tiene un soporte intelectual fuera de serie, el libro desvela a un hombre muy preparado antropológica, eclesial y espiritualmente”, defendió el padre Aquilino, que recordó cómo “podemos caer en el error de que con el Papa nace una nueva teología de la vida consagrada, cuando lo relevante es detenernos en los importantes acentos que él pone. Por ejemplo, pone la fuerza de la vocación en Jesús y en la alegría. Tampoco debemos olvidar su eclesiología: el pueblo de Dios, así como el énfasis que pone a las palabras carisma, misión y profecía”.
Seguir adelante
Además, puso en valor cómo el Papa jesuita ha permitido contagiar a la Iglesia no solo el carisma de san Ignacio como punto de referencia, sino el discernimiento: “Una Iglesia que no discierne, va dando tumbos. Pero si, aunque sea zarandeada, discierne, sale adelante”.
Rodríguez Carballo afirmó compartir con el Papa la preocupación expuesta en el libro sobre los nuevos institutos de vida consagrada: “Hay muchos que crecen ordenadamente y son la manifestación de que el Espíritu Santo sigue soplando para todos, pero no son pocos los institutos que tenemos que comisariar”, reflexionó Rodríguez Carballo, consciente de que “somos criticados por eso, pero comisariamos porque amamos la vida consagrada y no podemos callar”.
El peligro del sectarismo
“El problema surge cuando estas nuevas realidades no quieren ser acompañadas”, alertó sobre “la vía sectaria que puede darse”, a la vez que instó a los obispos que “disciernan antes de aprobar por el bien de la Iglesia y de la vida consagrada”.
“La vida consagrada no tiene sentido fuera de la Iglesia. Nace con la Iglesia, crece con la Iglesia y tiene que dar frutos en ella. Y no en una Iglesia teórica. Cuando escucho a alguien que me dice que esta no es su Iglesia, le digo: ‘La tuya te la guardas’”, sentenció, a la vez que se refirió a la ideología y a la mundanidad como una de las amenazas “mortales” para los consagrados.
Profetas de desventuras
“La vida consagrada tiene problemas, pero no es solo un problema y no es el único grupo en la Iglesia que tiene problemas. La vida consagrada goza de buena salud”, que advirtió del peligro de dejarse llevar precisamente por “los profetas de desventuras” que se dan dentro de la propia vida religiosa, pero que se airean en el mundo digital.
“También hay mucha santidad, y como afirma el Papa en el libro, son muchos los religiosos que lo dan todo a manos llenas”, apunta el que fuera ministro general de los franciscanos: “En los lugares más fronterizos están los consagrados y, particularmente las consagradas”.
Mirada femenina
Precisamente fue una mujer la que cerró el acto al hilo de esta cuestión. Sofía Contreras, hija de Jesús, ahondó en la denuncia del Papa al diferenciar servicio y servidumbre en la vida consagrada. “A veces se confunde el reconocimiento del papel de la mujer en la Iglesia solamente con el sacerdocio. Yo no quiero ser sacerdote, pienso que lo que hace falta es la aportación de lo que somos como mujeres desde nuestra reflexión teológica”.
“Creo que la Iglesia tiene que ser masculina y femenina a la vez, porque el pueblo de Dios somos todos”, aseveró, a la vez que expuso “que la ausencia de voz y de mirada femenina, empobrece la Iglesia”.