La tradición católica acerca de la figura del papel de la mujer en los evangelios y, en particular, el de María Magdalena, se ha ido revisando con el paso del tiempo, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Sin embargo, hay muchos aspectos en los que aun no hay un discurso claro. “Si saliéramos a la calle a preguntar quién era María de Magdala”, las respuestas variarían entre quienes piensan que era “la amante de Jesús” hasta aquellos que defenderían “que era una prostituta que dejó de serlo” cuando le conoció. Con el objetivo de dar un poco de luz a la figura de María Magdalena y su papel, Carmen Picó, teóloga especialista en Sagrada Escritura, ha impartido hoy, 30 de enero, una conferencia en el curso de formación de catequistas de la Diócesis de Madrid bajo el título ‘María Magdalena y las mujeres en los evangelios’.
Las mujeres del evangelio, al igual que los hombres, “comunicaron lo que habían visto, y aunque no las creyeron, encendieron la chispa de la fe en el corazón de sus comunidades”. De esta manera, “formaron parte del testimonio de las primeras comunidades, su experiencia de fe fue escuchada, recordada y proclamada”, aunque su papel en la transmisión de la fe haya sido “lamentablemente, ninguneado y denostado hasta hoy”.
“Hoy tenemos indicios de que las cosas están cambiando”, ha señalado Picó, basándose en que, “por expreso deseo del papa Francisco”, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto en 2016 por el cual “la celebración de Santa María Magdalena el 22 de julio, hasta ahora memoria obligatoria, era elevada en el Calendario Romano General al grado de fiesta”. Una decisión que, “como dijo el secretario de la Congregación, Arthur Roche, se enmarca en el actual contexto eclesial que quiere reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina”. Francisco continúa así el camino de san Juan Pablo II, quien dedicó “especial atención no sólo a la importancia de las mujeres en la misión del mismo Cristo y de la Iglesia, sino también, y con especial subrayado, al papel especial de María de Magdala”.
Sin embargo, Picó ha subrayado que “todavía hoy queda mucho camino por recorrer” para que “cada persona creyente reconozca en ella que fue apóstol, profeta, maestra, llamada a vivir un discipulado con los varones, como ellos, y olvide que una vez la proclamaron prostituta, la olvidaron y rechazaron festejar su vida y su ejemplo”.
Para explicar el motivo de la imagen histórica que se ha tenido de las mujeres y de María Magdalena particularmente en la tradición cristiana, Picó ha apuntado que la memoria “no es un acto aislado” sino que “implica la selección de los recuerdos y su constante rememoración dentro del grupo que recuerda”. En este caso, el grupo que genera esta memoria “selecciona y prioriza aquellos recuerdos que justifican su presente, porque busca la configuración de su identidad”.
“Dentro de una institución como la Iglesia, que asumió los patrones sociales del patriarcado grecorromano como propios, las mujeres no formaron parte de este proceso”, motivo por el cual la memoria de la Iglesia “no es de mujeres, sino de varones”. Sin embargo, “la memoria de los orígenes cristianos nos habla de mujeres activamente implicadas en la evangelización y el desarrollo de las comunidades”.
Mujeres que no se recuerdan porque, entre otras cuestiones, “los textos en los que se presentan no se leen en la liturgia, y si alguno se lee no se incide en la visibilización de estas mujeres” e, incluso, “puede llegar a pasar que se atribuya a un hombre el nombre de una mujer”.
“Tenemos que tener en cuenta que todas las lenguas se han formado en culturas patriarcales” y, por tanto, “dan por supuesto que la forma gramatical masculina incluye al femenino”. Por este motivo, Picó subraya que “quizás es legítimo suponer que cuando los evangelios entran en escena los discípulos puede tratarse tanto de hombres como de mujeres”.