Tras 25 años trabajando en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el sacerdote austríaco Hermann Geissler –religioso de la minoritaria ‘Opus Spiritualis Familia’– se ha desvinculado del organismo vaticano tras haber solicitado abandonarlo el pasado lunes. ¿El motivo? Ha sido acusado de haber abusado en 2009 de la entonces religiosa de la comunidad femenina del mismo instituto Doris Wagner-Reisinger. También habría sufrido, según su confesión, abusos de otros clérigos durante 8 años.
El presbítero, que defiende su inocencia y la falsedad del testimonio de la denunciante, deja su cargo como jefe de sección para facilitar el proceso canónico que se ha abierto. Los abusos de Geissler, de 54 años, ya habrían sido denunciados según la exmonja alemana en 2014, de 34 años. Ahora, según ha confesado, ha reactivado el proceso tras las campañas antiabusos promovidas por Francisco.
Romper la ley del silencio
A las puertas de la cumbre sobre abusos que congregará en Roma a los presidentes de todas la conferencias episcopales a partir del 21 de febrero, Francisco tiene que lidiar con formas de abusos diferentes a la pederastia que previsiblemente van a hacerse públicas como son el abuso de religiosas por parte de clérigos. Hasta ahora se habían destapado algunos casos aislados en religiosas de la India o de algunos países de África.
Aunque no se han hecho públicos los protocolos específicos de estos casos de abusos –en ocasiones perpetrados incluso por algún obispo–, la Congregación para la Doctrina de la Fe y de los Institutos de Vida Consagrada ha trabajado en estos años sobre el tema. Una muestra es el comunicado de la asamblea Unión Internacional de las Superioras –que agrupa a 2.000 congregaciones femeninas– que habla abiertamente de “romper la cultura del silencio” y denunciar los abusos. Antes de ello, algunas religiosas estadounidenses habían lanzado con escasa repercusión una campaña sobre el #MeToo (también yo) para visibilizar la realidad. Wagner-Reisinger se había sumado a este movimiento.