Reportajes

El Papa respalda a los jóvenes en la JMJ de Panamá: El ahora de Dios





La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Panamá ha sido una de las más originales de las celebradas hasta ahora. Puedo afirmarlo al haber asistido a todas (menos a una, la de Manila), y espero poder justificarlo aquí. Cuando se planteó en Roma la candidatura del país centroamericano, no faltó quien afirmara que sería incapaz de asumir un reto tan grande, invocando como argumento que, con sus 4 millones de habitantes, era imposible que pudiera acoger a cientos de miles de peregrinos. La infatigable embajadora panameña ante la Santa Sede, Miroslava Rosas Vargas, desbarató tal objeción y aseguró que el presidente, Juan Carlos Varela, garantizaba el éxito de la convocatoria. El innegable fruto de la JMJ lo ha confirmado.

La celebración en Panamá, país que une los océanos Pacífico y Atlántico y, al mismo tiempo, es puente entre el norte y el sur del inmenso continente americano, ha alterado la tradicional composición de países en anteriores JMJ. Entre los muchachos que se han desplazado predominaban los latinoamericanos y, de modo muy especial, los de los países de América Central, pero fueron muy numerosos los que llegaron desde Australia, Nueva Zelanda, los micro-estados del Pacífico y los asiáticos, incluidos coreanos, filipinos y otros provenientes de China.

Por último, ha sido una JMJ en la que ha predominado el castellano como lengua vehicular, lo que ha permitido a Bergoglio improvisar en sus discursos y mantener un diálogo más directo con sus interlocutores. Por fin, añadiré que el “toque” centro-americano y caribeño ha impregnado el ambiente que reinaba en las calles de la capital y las celebraciones que han tenido lugar estos días, de modo muy especial el Vía Crucis dedicado a glosar los sufrimientos de unas naciones torturadas por la violencia, los asesinatos, la corrupción, el tráfico de drogas y de personas, los desastres naturales y la crisis económica.

En la ceremonia de bienvenida en el palacio presidencial, conocido con el nombre de Las Garzas, donde se había concentrado la clase política, diplomática y económica del país, con el presidente Varela al frente. Este, en su discurso, subrayó que la Panamá que visitaba el sucesor de Pedro es “punto de encuentro y de intercambio, de evangelización, de comercio y de puente para los pueblos del mundo”. Y es que su visita “llega en medio de importantes retos globales, en donde su mensaje trae una voz de aliento, de fe, de esperanza a los jóvenes de los países que afrontan conflictos políticos y sociales, crisis humanitarias, desastres naturales, violencia, desigualdad, problemas relacionados con el crimen organizado y la alternativa de una complicada y dolorosa migración”.

En su respuesta, Francisco les recordó que “las nuevas generaciones les reclaman llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada. Es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; a llevar una vida que demuestra que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción” (frase que fue subrayada por una salva de aplausos).

Finalizada esta ceremonia, el Papa se dirigió a la cercana e histórica Iglesia de San Francisco de Asís. Allí le esperaban 70 obispos procedentes de los limítrofes estados de la América Central. El discurso del Papa puede sintetizarse en esta frase que defiende que monseñor Romero, arzobispo del Salvador recientemente canonizado, es el modelo que hay que seguir… “Romero pudo sintonizar y aprender a vivir la Iglesia porque amaba entrañablemente a quien le había engendrado en la fe. Sin ese amor en sus entrañas, será muy difícil comprender su historia y su conversión, ya que fue este mismo amor el que le guió hasta la entrega martirial; ese amor que nace de acoger un don totalmente gratuito, que no nos pertenece y que nos libera de toda pretensión y tentación de creernos sus propietarios o los únicos intérpretes. No hemos inventado la Iglesia. Ella no nace con nosotros y seguirá sin nosotros”.

Esa misma tarde, en el Campo Santa María La Antigua tuvo lugar la ceremonia de apertura de la JMJ. Cinco jóvenes procedentes de El Salvador, Perú, Haití y México presentaron a los santos patronos de esta JMJ: san Óscar Romero, el joven san José Sánchez del Río, san Martín de Porres, santa Rosa de Lima, san Juan Bosco, san Juan Pablo II y san Juan Diego. El Santo Padre, visiblemente impresionado por el espectáculo que contemplaban sus ojos, no pudo menos que exclamar: “¡Qué bueno volver a encontrarnos en esta tierra que nos recibe con tanto calor y color! Sé que llegar hasta aquí no ha sido fácil. Conozco el esfuerzo, el sacrificio que realizaron  para poder participar en esta jornada. Hoy podemos ‘estar de rumba’ porque esta rumba comenzó hace ya mucho tiempo en cada comunidad”.

El viernes 25, Bergoglio se desplazó al Centro de Cumplimiento de Menores, en la localidad de Pacora, donde celebró una liturgia penitencial con sus jóvenes reclusos y por la tarde presidió un Vía Crucis muy emotivo con meditaciones para cada estación que evocaban los numerosos dramas y problemas del continente americano. El sábado 26 tuvo lugar la vigilia de preparación de la JMJ en la inmensa explanada del Metro Park, al que se habían desplazado unos 400.000 peregrinos. “Ser un ‘influencer’ en el siglo XXI –añadió– es ser custodio de las raíces, custodio de todo aquello que nos permita sentirnos parte los unos de los otros. Que nos pertenecemos”. Luego, utilizó un recurso que siempre le funciona: preguntar al auditorio y exigirle que responda. “¿Quieren ser ‘influencers’ al estilo de María, que se animó a decir ‘hágase’?”. La respuesta fue atronadora.

El domingo, a las ocho de la mañana, dio comienzo la misa que clausuraba esta intensa JMJ. El número de asistentes aumentó hasta las 700.000 personas. La eucaristía fue concelebrada por los cardenales Parolin, Farrell u Ouellet, que formaban parte del séquito papal, y por varios centenares de cardenales y obispos de todo el mundo; entre ellos, se encontraban los españoles Blázquez, Cañizares y Osoro. Participaron en la ceremonia, además del presidente Varela, sus colegas de Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Guatemala, a los que se añadía el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, entusiasta con la elección de su país para la cita mundial de jóvenes dentro de tres años.

Comentando en su homilía el rechazo de los habitantes de Nazaret a Jesús, el Papa afirmó que nosotros podemos correr los mismos riesgos que ellos si pretendemos domesticar la Palabra de Dios: “E incluso a ustedes, queridos jóvenes, les puede pasar lo mismo cada vez que piensan que su misión, su vocación, que hasta su vida es una promesa tan solo para el futuro y nada tiene que ver con su presente. Como si ser joven fuera sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno de su hora. Y en el ‘mientras tanto’ de esa hora, les inventamos o se inventan un futuro bien empaquetado y sin consecuencias”. “Es la ‘ficción’ de la alegría –concluyó–. Así los ‘tranquilizamos’ y adormecemos para que no hagan ruido… Y, en ese ‘mientras tanto’,  sus sueños pierden vuelo y se vuelven ‘ensoñamientos’ rastreros, pequeños, tristes, tan solo porque consideramos que todavía no es su ‘ahora’. (…) Pero ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro, sino el ahora de Dios”.

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