Desde 2013 lleva sin presentar las cuentas a la opinión pública el Óbolo de San Pedro, el fondo donde se recogen los donativos que los fieles hacen al Papa para que sufrague obras de caridad y costee el mantenimiento de la Iglesia. Esas aportaciones suelen ser recaudadas por las diócesis el 29 de junio, festividad de san Pedro y san Pablo, o el domingo más cercano a esa fecha. “Antes presentábamos cada año un informe en el que explicábamos cuánto se había recibido, pero desde que nació la Secretaría para la Economía y se nos englobó en esta institución no se ha vuelto a hacer”, reconoce a Vida Nueva Tullio Poli, oficial de la Secretaría de Estado y encargado de dicho organismo. Este eclesiástico se niega a ofrecer datos sobre las cantidades obtenidas en los últimos años y tampoco quiere detallar los fines a los que ha sido destinado el dinero.
La página web del fondo, que permite hacer donaciones a través de Internet y cuenta incluso con perfiles en las redes sociales, tampoco aclara la situación. Explica que nace en el siglo VII y que “todos los bautizados están llamados a colaborar, también materialmente, con las obras de evangelización y con el auxilio a los pobres”. Muestra, además, algunos de los proyectos financiados en los últimos años, como una escuela de religiosas en Ruanda para niños pobres o diez becas de estudio para refugiados del Kurdistán iraquí. Poco más. No hay ni rastro de las cuentas.
“Tiene usted que hablar con la Sala de Prensa de la Santa Sede para conseguir esos datos”, se justifica Poli. Tampoco por esta vía se logra información sobre esta entidad vaticana, que se ha convertido en el ejemplo contrario de la transparencia que, desde el principio de su pontificado, el papa Francisco asegura que quiere llevar a las instituciones eclesiales. La reforma de los organismos de la Santa Sede solo ha servido, en este caso, para aumentar la opacidad y ocultar a los fieles de todo el mundo el destino de las limosnas que entregan al Pontífice.
Menos donaciones
En el Vaticano hay quien considera que el Óbolo de San Pedro se niega a presentar sus cuentas por la disminución en las donaciones. “De Estados Unidos y Alemania, los países donde más dinero se recogía, las aportaciones han caído debido al escándalo de los abusos sexuales cometidos por eclesiásticos”, explica un miembro de la Curia que pide mantener el anonimato. Otro eclesiástico confirma que algunas instituciones estadounidenses que solían hacer transferencias millonarias al fondo vaticano, como los Caballeros de Colón, han decidido cerrar en parte el grifo.
La opacidad de este organismo ya salió a la luz en noviembre de 2015 con la publicación de los libros Avaricia, de Emiliano Fittipaldi, y Vía Crucis, de Gianluigi Nuzzi. Este último desveló que solo el 20% del dinero recogido se utilizaba para sufragar obras de caridad. El resto iba dedicado al mantenimiento de la estructura administrativa de la Santa Sede. El arzobispo italiano Giovanni Becciu, por entonces sustituto de la Secretaría de Estado, confirmó que tan solo una quinta parte de las limosnas que llegan a Roma se utiliza para ayudar a los más desfavorecidos.
En estos dos últimos años, la pérdida de confianza en la Iglesia por los abusos sexuales a niños y adolescentes tiene su reflejo a la hora de rascarse el bolsillo ante el cepillo. Así se entiende la advertencia lanzada a mediados del mes de diciembre por el cardenal alemán Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y coordinador del Consejo para la Economía. En la última reunión del Consejo de cardenales, Marx informó de que había que reducir costes en la Curia romana. El futuro de las cuentas estará marcado por cómo responden los fieles ante el Óbolo de San Pedro y la transparencia con que se gestiona este fondo.