“Yo no quiero una sociedad de vencedores y vencidos”. Fue el lema que encabezó la intervención de la ministra de Defensa, Margarita Robles, durante la presentación de ‘Todo puede cambiar’ (San Pablo), que recoge las conversaciones entre el fundador de la comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi, y Massimo Naro, director del Centro Studi Cammarata.
En un acto celebrado en la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, completaron la mesa de diálogo el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, la responsable de Sant’Egidio en Madrid, Tíscar Espigares; y el propio Ricardi. A ellos se sumaron, entre el público, el arzobispo castrense, Juan del Río, y el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino.
Preguntada a la salida del evento por su relación con la Iglesia, en concreto, con el cardenal Osoro, Robles aseguró: “Con él tengo buen rollo, como intento tener buen rollo con todo el mundo”. Sobre su posición sobre la exhumación de Franco Del Valle de los Caídos se limitó a decir: “Mi postura es la postura del Gobierno”.
“Frente a los que gritan más y los que dejan morir a migrantes y refugiados, el mundo es de las personas que tienen convicciones, que apuestan por la paz”, defendió la política socialista que reivindicó “una sociedad más justa e igualitaria y alinearnos con los más débiles, con los que lo pasan peor”.
De la oración a la calle
“No podemos ponernos de perfil ante estas situaciones”, subrayó Robles sobre “aquellos que no llegan a fin de mes, que están en prisión, aquellos que tienen que ir a pedir. Yo he visto como Sant’Egidio después de su oración salen a la calle y hacen sentirles que todos somos uno”.
“Hay dos cosas por las que me siento profundamente vinculada a la comunidad: su compromiso con la paz en mayúsculas y su compromiso con los pobres”, señaló la política socialista, que confesó que “me impacta porque nunca tienen miedo: en una sociedad en la que nadie se atreve a salir de los cauces establecidos, ver que salen en defensa de los que creen desde la prudencia, lo he interiorizado bastante”.
Desde la discreción y la prudencia
“Siempre que voy a Roma es una visita obligada ir a Santa María del Trastevere, porque para mí significa mucho”, confesó la responsable de Defensa, que expresó su admiración por la comunidad, que conoce desde 1993, en los años duros de ETA, cuando pudo constatar “la discreción y la prudencia a la hora de afrontar los conflictos desde el diálogo. Frente a la confrontación, Sant’Egidio siempre ha apostado por la mediación”.
La ministra reveló que “es la primera vez que presento un libro en la Iglesia, un libro para creyentes y no creyentes, en el que los mismo te encuentras alusiones a la realidad de Mozambique o Siria, como a la desafección de los ciudadanos hacia la política, pasando por la ecología o por monseñor Romero”. “En estos veinte años puedo decir que lo que Riccardi expresa en el libro no se queda en palabras, sino que se hace realidad”, concluyó.
Una melodía hecha libro
“Según pasaba las páginas, suscitaba en mí una melodía, porque el libro es un canto a una nueva creación, que todo puede cambiar”, expresó Osoro, que explicó cómo el diálogo entre Riccardi y Naro refleja el ser y hacer de Sant’Egidio: “Es una comunidad que reza por la paz, que se alimenta de la eucaristía y tiene la capacidad de tener simpatía, pero no en el sentido de tener el agrado de los demás, sino desde la idea de compartir, de estar cerca del otro con la vida, no con palabras”. “Hay que hacer posible la utopía”, animó Osoro a los asistentes, que les instó a vivir “el espíritu de Asís” para promover “comunidades cristianas en las que se respire la primavera”.
Por su parte, Andrea Riccardi señaló que “he escrito este libro como cristiano y como católico, pero se presenta como una propuesta de nuevo humanismo”. “Tengo 69 años y llevo 51 años viviendo el don de la comunidad y la mejor lección que he aprendido es que los pobres han provocado en mí una experiencia transfiguradora”, dijo el fundador de la entidad eclesial, que hizo hincapié en cómo “es el trato personal con los pobres el que ha salvado a Sant’Egidio a lo largo de estos años de la ideología”.
“La experiencia de Sant’Egidio es acción, es solidaridad, es trabajo por la paz”, añadió Riccardi, que advirtió de que “la fuerza de la comunidad cristiana se concentra en su capacidad para hacer realidad esa paz”.
Puente entre la tradición y la actualidad
“Este libro presenta un cristianismo profundamente vivo, que no quiere encerrarse en un coto por miedo”, aseguro Tíscar Espigares sobre el libro, que puso en valor el medio siglo de existencia de Sant’Egidio a la luz del Concilio Vaticano II que quiso ser “un puente entre nuestro hoy y la tradición de la Iglesia”.
Así, Espigares destacó cómo la obra presenta un cristianismo que “no se repliega que reivindica viejos poderes sino que ve en la globalización una oportunidad para vivir la vocación a la universalidad”. En esta línea, lo definió como “un compendio de un humanismo cristiano necesario en el mundo de hoy, presente como un buen samaritano: un Iglesia amiga y materna que vive una caridad artesanal”.