El colegio San José de los hermanos maristas en Mendoza es la sede del 56° Curso de Rectores que organiza el Consejo Superior de Educación Católica del episcopado argentino. Un centenar de representantes legales, directivos y docentes está participando de las distintas charlas, ponencias y talleres para su formación permanente.
Durante estos días, toda la comisión directiva del Consudec está acompañando y orientando en cada una de las actividades. Con ellos, está el arzobispo de Rosario y presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica, Eduardo Martín, quien en conversación con Vida Nueva, explicó que la Iglesia Católica en Argentina no puede entenderse sin sus escuelas: “La red que significa la Iglesia, con las distintas asociaciones, instituciones y congregaciones desparramadas por todo el país tienen a su cargo escuelas, son una fortaleza enorme para nuestra vida de cristianos”. Y añadió: “Si bien tenemos dificultades y muchas cosas para mejorar, tenemos que estar siempre en una actitud de conversión a Jesucristo, personal y comunitariamente… Porque esas escuelas son una enorme riqueza para nuestra Iglesia”.
Es que en la Argentina, una porción muy grande de la educación pública de gestión privada “está en manos de la Iglesia católica”.
Martín es uno de los prelados que suele hablar de que en estos tiempos, la Iglesia vive en estado de misión. “No estamos en tiempos de conservación –asegura–. Cuando algo está instalado, lo tenemos que conservar. Sin embargo, hoy tenemos que renovar los fundamentos de nuestra fe”.
“Como dice el Papa, tenemos que volver a lo esencial”. Y lo esencial, para este obispo, es “volver a la persona de Jesucristo y al anuncio de Salvación”, declaró. Y parafraseó a Francisco Luis Bernárdez: “Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”. Así lo interpreta Martín: “Si tenemos la raíz viva, lo otro viene por añadidura. Y no es que lo tenemos que hacer como un mandato de obligación o cumplimiento del deber. Tenemos que descubrir qué es lo más conveniente para la vida propia de cada una de las personas. Siguiéndolo a Jesús, tenemos la oportunidad de ser personas nuevas”.
Aunque, para el arzobispo de Rosario, el gran desafío está en que los docentes y directivos de las escuelas de la Iglesia católica tengan una vida de fe y sean testigos. “Creo que, con libertad, tenemos que ofrecer a las personas de nuestras instituciones vivir una experiencia distinta. Y hablo de libertad porque Dios no se impone, se propone”.
Y trata de explicarlo de forma más gráfica: “Si nosotros tenemos fermento en la masa, la masa crece… pero el fermento no es toda la masa. ¡Ojalá todos los docentes estén plenamente identificados, pero no podemos pretenderlo…!”.
“Pero si tenemos un pequeño grupo que tenga la conciencia del tesoro que hemos recibido, la conciencia de que juntos somos Cristo, la conciencia de que somos la Iglesia que hacemos presente a otros, ese fueguito que puede contagiar a los demás. Ese grupo puede leudar la masa. Eso es lo que tenemos que lograr”, sostiene
¿Y cómo se logra?, nos preguntamos. Y el obispo lo describe sin rodeos: “tenemos que trabajar ofreciendo espacios para que el docente libremente quiera ser parte de esta conciencia de estar al servicio de los demás. No es mostrarse como una élite superior, sino humildemente, con una actitud de escucha de los otros, debemos estar abiertos a dejarnos corregir, porque los otros me pueden ayudar mucho. Siempre acogiendo misericordiosamente, no desde una postura de superioridad. Porque hemos recibido algo muy grande por pura gracia y misericordia, no porque somos importantes ni inteligentes”.
Con estas declaraciones del arzobispo Martín, el Curso de Rectores continúa hasta el viernes con un cronograma que propone abordar distintas preocupaciones de los educadores católicos, como el cuidado de los menores, la educación sexual integral y, de manera especial, la pastoral educativa como un proceso que genera escuelas innovadoras que eligen una educación que forme personas de manera integral y en todas sus dimensiones.