En la misa del Gallo de la Navidad de 1968, en la iglesia de Sant Pere del municipio de Palau-sator (Girona), el párroco, Nicolau Moncunill (Valls, 1930), y un joven pintor que se definía como “cristiano, humanista y libertario”, Lluís Bosch Martí (Girona, 1941), presentan un retablo pintado al fresco sobre el ábside. “Soy el culpable de que se pintara ese mural. Yo tenía un templo romántico con el ábside en blanco, cuando los templos románicos del Pirineo tienen todos el ábside pintado. Y le propuse a Lluís Bosch que hiciera ahí sus proezas. Y allí pintó una obra muy progresista”, recuerda Moncunill. “En el fondo, era una obra inocente y poética –la define el pintor–, un mural cristiano, humanista e inspirado en el Concilio Vaticano II”. Una intervención así, rápidamente llamó la atención.
A la manera de un pantocrátor románico, Bosch –influido por Diego Rivera y Siqueiros, los famosos muralistas mexicanos– pintó un Cristo Salvador con pantalones de pana. Y en vez de los evangelistas tetramorfos, los evangelistas o la Virgen, sitúa a su alrededor dos grupos. Uno con Juan XXIII, Galileo, santo Tomás de Aquino, Aristóteles, el jesuita Teilhard de Chardin o el abat Oliva. En el otro, detrás de mujeres del Tercer Mundo, situó al Ché Guevara, Fidel Castro, Camilo Torres, John F. Kennedy y Martin Luther King. “Era un retrato plural de la época, después de mayo del 68 y la guerra de Vietnam. Había de todo. Era la expresión de una Iglesia que se estaba desmarcando del nacionalcatolicismo franquista. Los jóvenes y los curas jóvenes apretábamos hacia una apertura democrática”, describe Bosch.
“Juan XXIII era un papa revolucionario para la Iglesia, lo mismo que Teilhard, con su unión de evolucionismo, rebeldía y mística –añade Moncunill, párroco en Palau-sator desde 1960–. Cristo ocupaba toda la parte central, un Cristo con pantalones de pana, que no aparecía crucificado, sino con los brazos alzados en señal de esperanza e inquietud”. El pintor apostilla: “¡Claro que era un Cristo revolucionario! Si la revolución no se hace desde la paz y el amor, ¡qué vamos a hacer! Al papa Francisco le hubiera gustado”. En esa bóveda de cuarto de esfera sobre la que se extendía el mural, al margen, fuera del Reino de Dios, aparecían Hitler y algunos reyes absolutistas.
Ataque al obispo Jubany
Medio siglo después, Bosch afirma: “Al ver a Hitler, creo que veían en el mural también a Franco. Por eso fueron los servicios secretos y los de Fuerza Nueva quienes lo destruyeron. Aunque el mural fue una excusa para atacar el obispo Jubany y para hacer una campaña denunciando que los comunistas y los ateos se estaban infiltrando en la Iglesia”.
El ataque fue el 4 de febrero de 1969, apenas un mes después de la presentación del mural. Moncunill, quien acabaría secularizándose, no lo olvida: “Vinieron gritando ‘Viva Cristo Rey’ y nos agredieron. Más al pintor que a mí. Les dije que con estas acciones no ganarían la razón y me amenazaron con quemarme los ojos con un cigarro. Mientras, nos apuntaban con una pistola. Arrojaron al retablo pintura negra, lo que hizo que fuera irrecuperable. Días después se le dio una capa de cal”.
La agresión se atribuye al grupo parapolicial ultraderechista Guerrilleros de Cristo Rey. Tras 50 años, el Ayuntamiento de Palau-sator ha tomado la iniciativa de recuperar el retablo a través de un mapping que se proyecta sobre el ábside de la iglesia, elaborado a partir de la única diapositiva en color que se conserva. “La proyección digital no es fija, solo se activará cuando se produzca la visita de algún grupo o colegio. No está pensado para que esté encendida permanentemente, porque no sería compatible con el culto”, la describe el actual párroco, Miquel Calsina. El Ayuntamiento, en colaboración con las parroquias de Palau-sator, también instalará en una sala de la antigua casa de la Villa un centro de interpretación del mural.