Un maestro de la costura. El modista. Sí, modista –”el sufijo -ista no tiene género, José. No puedo ser ‘modisto’ porque tampoco aquí hay ningún ‘catequisto'”–, Lorenzo Caprile ha protagonizado la mesa redonda ‘Cuando yo era joven: jóvenes con fe, adultos creyentes’ en las Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de CONFER 2019, bajo el lema ‘Y ahora, ¿qué? Caminos abiertos por el Sínodo’.
Sobre cómo ha tejido su vocación le ha preguntado el director de Vida Nueva y moderador de la mesa, José Beltrán. Y ha reflexionado sobre sus propias dudas. “Todos tenéis dudas con vuestra vocación todos los días”, ha espetado a los religiosos. “Pues como yo. ¿Cuándo surgió? Eso me pregunto. Y me digo: ‘Dios mío, ¿por qué me has metido en este taller con estas señoras?”, ha dicho provocando las risas del auditorio del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo (Madrid). ¿Y su secreto? “A pesar de las dudas e incertidumbres, hay que seguir adelante. Ese es el secreto de cualquier vocación”.
En la construcción de su vocación han sido sus padres y su familia quienes le han empujado. “Mi hermano iba para ingeniero y se hizo fotógrafo. A mi padre casi le da un ataque. Por eso, cuando yo 10 años después le dije que me iba a dedicar a la moda ya estaba curado de espanto”, ha recalcado.
La moda y sus contradicciones
El también jurado del programa ‘Maestros de la costura’ (TVE), que se define como “católico practicante”, ha confesado que “en el mundo de la moda ser creyente se vive con un poco de esquizofrenia. Porque es un mundo muy contrario a lo que tú intentas cultivar en tu interior. Pero no pasa nada, porque todos tenemos nuestras contradicciones”.
Y continuando su confesión, ha explicado su momento “más místico”: “Estuve a punto de apuntarme a teología. Quizá hubiera sido más feliz, quién sabe”. En ese caminar, le ayudó un amigo jesuita riojano. Él le dijo: “Tienes mucho talento y Dios te ha marcado este camino porque con tu trabajo vas a hacer feliz a muchas personas”. Eso sí, eso no quita para que “en días tristes” se pregunte: “¿Y si me hubiera apuntado a teología?”. Vida por delante le queda para intentarlo, le recordó José Beltrán.
Para Caprile, es necesario que la Iglesia cuide el acompañamiento personal y los eventos masivos, como las JMJ. “Es necesario que coexistan, igual que tienen que convivir Zara y Lorenzo Caprile”. Asimismo, ha manifestado que echa de menos golpes de efecto. “Hace falta alegrarse de ser católico, igual que si soy del Real Madrid me alegro de cuando gana mi equipo. Necesitamos golpes de efecto con los que nos enorgullezcamos”. Al mismo tiempo, ha criticado que “la jerarquía de la Iglesia haya olvidado la comunicación. No es que sea una asignatura pendiente, es que es un asignatura ninguneada”.
Una promesa de la moda
En la mesa, a Caprile también le acompañaba el periodista especializado en moda, José Luis Díez, y una promesa de las pasarelas como María Almenta. Una joven granadina que a los 18 años lo tenía todo para ser una top model internacional. El concurso Elite Model Look –el más importante para promesas de la moda en el mundo– le dio la oportunidad de tener un contrato internacional. Sin embargo, su vocación de modelo fue de ida y vuelta tras mucho rezarlo.
Era la primera modelo española que conseguía este premio en 26 años –la última había sido Inés Sastre–, pero no estaba para ella. Y puntualización de Caprile a los religiosos: “Es como si el papa Francisco selecciona al mejor seminarista del mundo y se lo lleva a Roma”.
“No era mi sitio”, ha comenzado explicando. “Es un mundo muy solitario y en esa soledad solo tenía a Dios”, por eso, tras consultarlo con sus padres y el sacerdote que la ha acompañado siempre, ‘colgó los hábitos’. Una decisión de la que ha admitido no haberse arrepentido ni un segundo.
“Antes de irme con billete de ida y sin vuelta, hice un retiro, el primero de mi vida. Y me fui con las pilas cargadas”, ha explicado. Y esas pilas solo conseguía recargarlas cuando se encontraba con gente creyente en los lugares a los que llegaba. “Esa fue mi ancla”, ha reconocido.
Ella, lejos de echar balones fuera, ha pedido también más a los jóvenes. “Ahora se acepta más la espiritualidad. Se respeta al otro. En ese campo, los jóvenes católicos tenemos la responsabilidad de transmitir nuestras experiencias personales, porque parece que estamos dormidos y hay que espabilar”. Por eso, ha mostrado su satisfacción al comprobar las diferentes iniciativas digitales en la Iglesia.
Buscar la belleza
José Luis Diez, por su parte, ha lanzado una pregunta: “¿Está la Iglesia aportando algo a la estética hoy?”. Y es que, ha respondido, “si no planteamos la belleza de la Iglesia, se nos va a ir mucha gente”. En su caso, “la estética me ha acercado a la Iglesia. Nosotros hemos descuidado esa estética, olvidando que eso también ayuda a llegar a Dios”. Además, ha señalado que “el mensaje lleva 2.000 años siendo perfecto, ahora cuidemos la imagen porque es con lo que se queda la gente”.
Entre broma y broma, ha recordado los postres que le regalaban sus tías monjas. “Eran cosas muy feas”, ha dicho entre risas. Y el no apostar por la estética, lo achaca a una realidad: “Hemos vivido en una Iglesia acomodada, porque no teníamos competencia”. Sin embargo, “hoy hay que estar en la comunidad y participar en la comunidad. Los párrocos deben ejercer esa labor de pastores y conocer a todos sus feligreses”.
Para el periodista experto en moda, es necesario que la Iglesia salga a la plaza pública. “En los telediarios se habla de moda cuando se celebra la pasarela Cibeles. ¿Cuándo se habla de religión? Nunca porque no hay eventos”, ha argumentado. Y, en este sentido, lo tiene claro: “La Iglesia tiene que molar, porque si no mola, no interesa”. En ello, incluye la liturgia, porque “la misa es un espectáculo, un teatro, debemos cuidarlo”, ha dicho, al tiempo que ha matizado: “Pero tampoco nos pasemos”.