“No me apena que no haya vocaciones ni me quejo. La misión es maravillosamente apasionante pero tremendamente compleja. Me va más soñar en un futuro distinto, porque podemos entrar en un nuevo proceso de gestación”. Así se expresó Luisa Berzosa duranta su ponencia dentro de las Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de CONFER que este fin de semana acoge el colegio jesuita de Nuestra Señora del Recuerdo, en Madrid.
Para esta Hija de Jesús, su vivencia en el Sínodo de los Jóvenes como experta pasó por descubrir por el “amplio tapiz multicolor” que conforma la Iglesia. A partir de ahí, analizó los retos que planteó su mes de trabajo en Roma y retomó la invitación del superior general de los salesianos, Ángel Fernández Artime, a tener en cuenta que “todos los jóvenes son nuestros, en diversidad, sin discriminaciones”.
Capacidad de arriesgar
“Si los jóvenes son hijos de su época, a la vida religiosa se nos plantean algunos interrogantes: ¿no será que necesitamos odres nuevos para vinos nuevos? ¿No será que estamos al final de un formato de vida religiosa? ¿Somos capaces de arriesgar?”, se preguntó Berzosa, que llamó a contagiarles una “fe centrada en la promesa de Jesús y entender la Iglesia como medio”.
Desde ahí hizo una llamada al diálogo intergeneracional y puso sobre la mesa el comentario de unos de los jóvenes que participaron en el Sínodo: “No tenemos ningún problema con hablar con los mayores, solo pedimos que tengan el corazón fresco”.
Más allá de las fronteras
“No digo renunciar a ser contraculturales, sino a renovar, por ejemplo, nuestra manera de formación, nuestra acogida, detalles como nuestra manera de rezar vísperas en comunidad”, sugirió esta jesuitina: “Tenemos que abrir más nuestra fronteras espirituales y mentales: ¿Por qué no nos fusionamos algunas congregaciones? ¿Por qué no creamos comunidades mixtas de laicos y consagrados?”.
“Estamos intentando recuperar el Concilio Vaticano II, pero nos está costando mucho”, reflexionó la religiosa que expuso, que su planteamiento tras el Sínodo: “Mi propuesta sigue siendo la comunidad de comunidades, desde el lugar más significativo a la parroquias más pequeñas. No tenemos que esperar a que la construyan los obispos, la podemos hacer posible nosotros”.
La invisibilidad femenina
Berzosa dedicó parte de su intervención a denunciar, como quedó de manifiesto en el aula sinodal, “la invisibilidad de las mujeres en la Iglesia, donde la desproporcionalidad es escandalosa”. “Tenemos que ser atrevidas y no esperar a pedir permiso para todo. En ocasiones nosotras mismas no nos damos apoyo y autoridad”, señaló.
Sobre los abusos a mujeres y religiosa, expresó que “me alegra la denuncia hecha por Lucetta Scarrafia en Donne Chiesa Mondo. Todo lo que sea silenciar, no solo en la Iglesia sino en la sociedad, nos hace cómplice. Nuestro cometido y responsabilidad es denunciar”.
Aun así, animó al auditorio a crecer “con vitaminas de audacia y atrevimiento”: “Dios se cuela por una rendija, pero es cierto que resulta incómodo porque apenas entra luz y aire. Hay que hacer equilibrios pero vale la pena a la espera de que en algún momento la puerta se abra de par en par”.