“Es obvio que el Papa viene a Marruecos para los cristianos que aquí vivimos; pero no creo equivocarme si digo que viene también y sobre todo para el pueblo marroquí, que aquí nos acoge como hermanos”. Así de claro se manifiesta el arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, en su última carta pastoral, centrada en la próxima visita de Francisco a Marruecos, los días 30 y 31 de de marzo.
“Para cristianos y musulmanes –continúa el franciscano– es la llamada a trabajar por la paz, a obrar según justicia, a ser solidarios unos con otros, a promover la libertad de todos”. De ahí que tenga la certeza de que Bergoglio buscará cimentar los puentes entre ambas comunidades creyentes: “Si en un tiempo pudieron separarnos dos certezas, hoy ha de unirnos una búsqueda. Si hemos escrito una historia fratricida en nombre de dos credos, es tiempo de escribir otra que a los ojos de todos resulte fraterna, unida por lazos de clemencia y misericordia”.
Para Agrelo, “lo que procede de Dios, ya sea en el islam, ya sea en el Evangelio, no nos separa a unos de otros, no nos hace extraños unos a otros, y mucho menos nos hace superiores a unos sobre otros. Lo que es de Dios, une en el amor que es Dios”.
“Vivimos tiempos recios –profundiza–, en los que, para cristianos y musulmanes, se ha hecho urgente descubrir nuestra común vocación a humanizar el mundo, y hacerlo cada uno desde la luz con que nos ilumina la fe que profesamos”.
De hecho, la presencia de Bergoglio, está seguro, dejará muchos frutos en este sentido: “El corazón me dice que la visita del papa Francisco a Marruecos dejará en nuestros ojos la dicha de mirarnos como hermanos, en nuestro corazón un compromiso con estos hermanos y con esta tierra, en nuestras manos un proyecto de solidaridad con los pobres, en nuestro espíritu la pasión de Dios por sus criaturas.
Otra cuestión que no podía ignorar el arzobispo de Tánger (quien, como Francisco, la tiene en el centro de su misión pastoral) es la situación de los emigrantes subsaharianos que, por decenas de miles, se encuentran atrapados en Marruecos en espera de poder cruzar hasta España. Para ellos, asegura, también es esta visita: “Vosotros sabéis, hermanos míos, que en el horizonte de esta visita apostólica están también esos últimos entre los últimos que son los emigrantes”.
“Abandonados a su suerte –lamenta–, puestos en las manos criminales de las mafias por las políticas criminales de los Gobiernos, impedidos de ejercer sus derechos fundamentales, tratados como esclavos, traídos y llevados como mercancía, empujados a regatear con la muerte lo que habría que ofrecerles en justicia, esos emigrantes necesitan que la palabra del Papa se dirija a ellos para confortarlos, para mantener viva su fe, para fortalecer su esperanza”.
Igualmente, añade Agrelo, “necesitan que esa palabra se dirija a la conciencia de los pueblos, recuerde la responsabilidad que en el drama de la emigración tiene la política de cada nación y la mayor responsabilidad, si cabe, que en la formación de la conciencia y en la asunción de decisiones políticas tienen las comunidades cristianas en los países de origen, en las Iglesias del camino, en los países de destino”.
“Esta es una esperanza encendida –reclama– en el corazón de la Iglesia de Tánger: que el papa Francisco venga a esta tierra, y que a esta humanidad hambrienta de justicia, de cariño, de esperanza, le haga llegar la luz de su palabra, el calor de su afecto, el testimonio de que la Iglesia, madre de todos, está especialmente cerca de estos hijos que todo lo necesitan”.
“Estos hijos últimos –concluye Agrelo– no podrán acercarse al papa Francisco. Pero habrán de ocupar un lugar privilegiado en su corazón de padre y en el corazón de su visita apostólica a Marruecos”.