El 14 de febrero de 1519 desembarcó en Cozumel, México, el conquistador español Hernán Cortés con sus hombres, entre ellos el capitán Juan Rodríguez de Villafuerte, quien traía entre sus pertenencias una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, la cual inmediatamente se convirtió en bandera de evangelización.
Actualmente, esta imagen se encuentra en la Basílica de los Remedios, en Naucalpan, Estado de México (Arquidiócesis de Tlalnepantla), donde este 14 de febrero iniciará un Año Jubilar con una solemne misa a las 11:00 horas, en la Capilla abierta de San Miguel Arcángel.
En entrevista para Vida Nueva, el rector de la Basílica, el sacerdote Francisco Cano, explica que la imagen de Nuestra Señora de los Remedios es una talla de madera estofada, pequeña, mide 27 centímetros de alto, y el niño que carga en su mano izquierda es de unos seis centímetros. Fue facturada probablemente en Malinas, Bélgica, en los siglos XIV o XV, y es del tipo de imágenes que se acostumbraba llevar en la montura de los caballos.
El sacerdote destaca sobre todo su conservación, pues no sólo estuvo desaparecida por 20 años tras la derrota sufrida por los soldados españoles de Hernán Cortés y sus aliados a manos del ejército mexica, conocida como la Noche Triste, sino que además, tras recuperarla, gracias a un indio cacique llamado Juan Águila, “las autoridades la llevaron 75 veces en procesión por la calzada México-Tacuba rumbo a la Catedral de la Ciudad de México, y visitaba los conventos de religiosas de clausura, por lo que se fue gastando, ya que era tocada por las personas”.
“Estaba ya muy dañada –explicó- y fue antes de 1940 cuando tuvo una primera restauración muy importante porque había perdido los rasgos de su rostro, así que se le restauró y se dejó como estaba en un inicio”.
Según la tradición histórica, Juan Rodríguez de Villafuerte, uno de los hombres de Hernán Cortés, había traído a territorio americano esta imagen de la Virgen de los Remedios “para su consuelo”; era un regalo de su hermano que lo libraría de los peligros en el Nuevo Mundo.
Se trata de la misma imagen que presidió la primera misa que se realizó en México oficiada por el padre mercedario, fray Bartolomé de Olmedo, con los primeros 20 bautismos de las mujeres que fueron ofrecidas a Cortés y sus hombres, entre ellas la Malinche, en la desembocadura del Río Grijalva, en Tabasco, el 17 de marzo de 1519. Cortés fundó allí la primera Villa dedicada a Nuestra Señora de las Victorias, que es un nombre alternativo al de los Remedios, porque al ganar las batallas le agradecían las victorias.
Años más tarde, la devoción a Nuestra Señora de los Remedios se fue extendiendo por todas partes y las autoridades civiles construyeron en 1575 el santuario donde hoy se le venera: la Basílica de los Remedios.
Para celebrar los 500 años de la llegada de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios a México, en la Arquidiócesis de Tlalnepantla se realizará un Año Jubilar, durante el cual se recordarán diferentes acontecimientos históricos; en primer lugar, este 14 de febrero se celebrará la llegada de la imagen al continente; posteriormente, el 17 de marzo, se recordará la primera misa donde participaron los naturales del lugar, en Tabasco.
Para el 25 de marzo –añadió el padre Francisco Cano- se conmemorará la construcción de la primera villa o ciudad que estuvo dedicada a Nuestra Señora de las Victorias; luego, el 1 de julio, la misa que se celebró en Tenochtitlan con la imagen presente; y finalmente, el 1 de septiembre, se conmemorará la solemnidad de Nuestra Señora de los Remedios. El Año Jubilar terminará el 1 de julio de 2020, que es la fecha en la que llegó a su actual basílica.
Para el sacerdote, la imagen “no es fría, sino que uno se siente acogido y bendecido por la Virgen María y su Hijo; nos da un mensaje de que somos hijos de Dios. Ven de frente a quienes pasan frente a ellos, eso significa que es Madre de Dios y madre nuestra; es la mirada de una madre hacia sus hijos”.
El atuendo de Nuestra Señora de los Remedios se cambia cada año para su fiesta; la imagen sale de la Basílica el 1 de septiembre y el primer sábado de octubre.
Anualmente, entre 800 mil y 900 mil personas la visitan; “en la Basílica tenemos un claustro donde las paredes están llenas de exvotos con testimonios de cómo la Virgen les ha ayudado en sus necesidades, y ha actuado a través de su intercesión”.