“Ante las cosas negativas y la fealdad de nuestro tiempo, también nosotros, como el pueblo de Israel, a veces estamos tentados de abandonar nuestro sueño de libertad”, ha dicho el papa Francisco durante la misa de apertura del encuentro ‘Libres de temor’, organizado por la Fundación Migrantes, y que se ha celebrado durante la tarde de hoy, 15 de febrero, en la Fraterna Domus de Sacrofano.
Sin embargo, ha señalado que la riqueza de las lecturas escogidas para la eucaristía se puede resumir en una sóla frase: “No tengáis miedo”. “Tenemos miedo de forma legítima frente a situaciones que parecen no tener salida”, ha añadido el Papa. Y es que, “cuando no somos capaces de sentir la presencia de Dios ni de abandonarnos a su providencia”, las palabras de las personas “nunca son suficientes”. “Así, nos encerramos en nosotros mismos, en nuestras frágiles seguridades humanas, en el círculo de las personas amadas, en nuestra rutina” hasta que, finalmente, “renunciamos al viaje hacia la Tierra Prometida para acabar nuevamente en la esclavitud de Egipto”.
Esta tendencia a encerrarse en uno mismo, signo de desconfianza, “acrecienta nuestro temor hacia los otros, a los desconocidos, a los marginados, a los forasteros”, ha continuado Bergoglio, “y esto se nota particularmente hoy en la llegada de los migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de protección, seguridad y un futuro mejor”. “El temor es legítimo”, ha apostillado, “pero lo es porque falta preparación para este encuentro”. Sin embargo, “hemos sido llamados a superar el miedo para abrirnos al encuentro” y, para hacer esto, “no bastan justificaciones racionales y cálculos estadísticos”.
“El encuentro con el otro es, también, un encuentro con Cristo”, ha añadido. Y es que es “Él quien llama a nuestra puerta hambriento, asediado, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo ser encontrado y asistido”. “Si esta es una forma válida de leer la historia actual, debemos estar agradecidos a quienes nos dan la oportunidad de llevar a cabo este encuentro”, es decir, aquellos que “llaman a nuestra puerta ofreciéndonos la oportunidad de encontrar, acoger y asistir a Jesús en persona”.
Quien ha tenido “la fuerza de liberarse del miedo”, quien ha experimentado “la alegría de este encuentro”, está llamado, además “a anunciarlo abiertamente”, ya que se trata de “una gracia que porta consigo una misión, fruto de la confianza completa en el Señor”.