Una semana completa la oleada de manifestaciones en Haití que ya se ha saldado al menos nueve víctimas fatales y amenaza con acrecentar la inestabilidad del país caribeño, en medio de confrontaciones violentas –focalizadas principalmente en las calles de Puerto Príncipe– contra el gobierno de Jovenel Moise.
Ante la “profunda crisis que empeora cada día” y el “clima de caos e incertidumbre que golpea su ya deteriorada economía”, la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas y Religiosos (CLAR) ha expresado su solidaridad con el pueblo haitiano a través de un mensaje firmado por su presidenta, Gloria Liliana Franco Echeverri, y su secretaria general, Daniela Cannavina.
“Como religiosas y religiosos hermanos, llamamos a todos los actores a participar activamente en un proceso de diálogo, que los ayude a recurrir a formas pacíficas en la resolución de conflictos”, se detalla en la misiva que ha sido dada a conocer el viernes pasado (15 de febrero).
Nada justifica la pérdida de vidas humanas que se ha derivado de las protestas y de los actos de violencia: “no puede tener cabida”, señala el organismo de animación y articulación de la vida religiosa del continente.
Coherente con su vocación profética, la CLAR también denuncia “el hambre, la falta de salud y educación, la muerte injusta de los inocentes y una ‘justicia demasiado largamente esperada’, que se extiende y se agrava hasta la marginación trágica de los más débiles”.
Con todo, la vida religiosa apela a la buena voluntad de quienes “buscan superar este momento de crisis socio-político-económica”, más allá del miedo, la angustia, la inseguridad y el dolor que se ha anidado en el transcurso de los últimos días.
“Es tarde, pero es nuestra hora”, clama la CLAR al final del mensaje, haciendo suyas las palabras del obispo Pedro Casaldáliga, quien acaba de cumplir 91 años de edad.