“La cumbre antiabusos es un momento muy especial en la vida de la Iglesia, ya que es la expresión de la preocupación universal por los abusos, así como la oportunidad para seguir trabajando en el perverso binomio de estas dos viejas conocidas: pederastia e Iglesia”. Así expresa a Vida Nueva José Carlos Bermejo, director general del Centro de Humanización de la Salud, su visión ante la cumbre antiabusos que se celebrará en el Vaticano entre los días 21 y 24 de febrero.
El Centro de Humanización de la Salud, de los religiosos camilos, lleva años realizando actividades vinculadas a abordar el tema de la pederastia, entre las que destaca el acompañamiento a víctimas en su Centro de Escucha. Por ejemplo, el próximo 28 de febrero la psicóloga Guadalupe Rivera González impartirá una formación titulada ‘El abuso sexual con menores: intervención con el agresor’; el próximo 16 de mayo el Centro celebra un curso sobre pedofilia y pederastia orientado a personas que desean reflexionar sobre el abuso a menores y aprender a diferenciar entre ambos conceptos; y han publicado un libro titulado ‘Doble drama. Humanizar los rostros de la pederastia’ (PPC).
PREGUNTA.- ¿Qué expectativas tiene de la cumbre antiabusos?
RESPUESTA.- Yo espero más del post-encuentro. Sueño con que se incluya formación sobre estos temas, sobre la sexualidad, sobre el uso del poder y sobre la clericalización en seminarios y comunidades religiosas. Estas son dinámicas que subyacen a los abusos. Pero también sueño que la mirada sea para humanizar, no solo para reiterar la condena. Humanizar es generar procesos preventivos, restaurativos, de acompañamiento a todas las víctimas y victimarios, de modo que podamos reconstruir el mundo relacional y hagamos desaparecer del planeta esta forma de no respetar la dignidad del ser humano. Lo que la Iglesia haga, ha de ser también ejemplarizante para toda la sociedad, con humildad y audacia.
P.- ¿Hacen falta en la Iglesia española más iniciativas como los cursos de Humanizar?
R.- Nuestra mirada quiere incluir a los abusadores. Por eso hemos invitado a escucharles a ellos en sesiones académicas, y proponemos varios cursos para capacitarse en el acompañamiento también a los victimarios. Hay que tener en cuenta que la compasión ha de tener carácter universal, si realmente nace del mensaje de Jesús. Sin ninguna rebaja de complicidad, pero sin ninguna rebaja de mirada real a todos los que sufren por estos dinamismos. También las familias de los victimarios. La clave más importante es la de prevenir: ‘nunca más’. Y después la de ‘acompañar’ a todos los que sufren por este motivo.
P.- ¿De qué manera podría la Iglesia hacer algo realmente efectivo para evitar los abusos?
R.- Además de los procesos iniciados de desvelar los daños y reparar, según indique la justicia, es necesario que se incluyan acciones formativas en diferentes contextos. Deberíamos empezar por la familia y la escuela, pero también en la catequesis, en la predicación y, por supuesto, en la formación de quienes desempeñan o realizarán tareas de servicio y liderazgo en la comunidad eclesial.
P.- ¿Hay manera de resarcir el daño causado?
R.- Solo en parte. El daño es brutal y nada alcanzará tal intensidad como para borrarlo. Pero se pueden realizar cosas tangibles y simbólicas que ayuden a las personas. Desde pedir perdón a facilitar procesos de acompañamiento psico-espiritual a todos los implicados. Otras formas de resarcir han de ser determinadas por la justicia.
P.- Antes de la cumbre, los presidentes de las conferencias episcopales han tenido que reunirse con víctimas, ¿esto les será de ayuda?
R.- Sin duda, escuchar a las víctimas es el camino privilegiado para comprender la envergadura de este terrible mal. Escuchar es sanador para todos, para quien se narra y para quien acoge. Es lo primero. Ahora bien, yo he tenido la suerte de poder escuchar también a unos cuantos victimarios y confieso cuánto me ha ayudado a comprender la complejidad del fenómeno. He descubierto mucha pobreza en la educación emocional y valórica en los victimarios. He descubierto que es urgente educar para prevenir. Y he descubierto cuánto sufren las familias, las de unos y otros. Y, por otro lado, no olvidemos que la pedofilia debería conseguirse tratar antes de que llegue a pederastia o efebofilia.
P.- ¿Se las está acompañando adecuadamente?
R.- Afortunadamente están surgiendo iniciativas específicas para ayudar a víctimas. Algunas se centran en acompañar en procesos para denunciar. Otras, más silenciosas, se ocupan de acompañar procesos a nivel psico-espiritual evitando la revictimización. Hay que tener en cuenta que muchas víctimas no denuncian no solo por el perverso mecanismo del mismo abuso de parte del abusador, sino por lo que supondría esto en sus vidas, en sus familias, en sus entornos vitales. Por eso, es muy importante trabajar para acompañar en el sufrimiento a todos los implicados.
Las expresiones mediáticas que se limitan a situar el drama solo en la Iglesia y las medidas solo en la denuncia, son parciales. Contribuyen a dar un paso muy importante, y son bienvenidas, pero la sociedad adulta debe seguir caminando para prevenir, formar, acompañar… también otras formas de abusos de semejante crueldad, en las que pensamos menos al hablar de pederastia. Ninguna violencia se puede justificar sobre ningún ser humano. Ninguna.