Gran expectación en la tarde noche madrileña por el debate entre el filósofo Gabriel Albiac y el prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera. Un diálogo entre un agnóstico que reconoce el valor de las religiones y un benedictino que ha buceado en el mundo de la antigüedad clásica para disertar sobre ‘La civilización cristiana frente a la dictadura del relativismo’, que se estaría viviendo hoy día.
Convocados por la Fundación Valores y Sociedad, la Fundación Villacisneros y el CEU, el auditorio de la Mutua Madrileña, en plena Castellana, se llenó a rebosar en la tarde del 18 de febrero para asistir a lo que, más que a un debate de ideas, tenía los visos de querer ser la constatación de los peligros que acechan a España y los valores que tradicionalmente la han conformado, como son los emanados del cristianismo. Y el desarrollo del acto acabaría dándoles la razón.
“En el ámbito del pensamiento no todo vale, no hay relativismo en filosofía ni en una religión seria. Hay demarcación de campos para evitar malentendidos”, comenzó el filósofo, quien puso de ejemplo de diálogo y entendimiento el encuentro que mantuvieron en París, en 2006, el entonces presidente Nicolas Sarkozy con Benedicto XVI, en torno a la laicidad positiva, o sana laicidad, como se diría en ámbitos eclesiásticos.
Santiago Cantera, cuya intervención vino precedida de un sonoro aplauso, incidió en los muchos puntos de coincidencia que existen entre “Grecia y Jerusalén y lo que es Europa”, y afirmó que “el cristianismo aportó la dimensión trascendente en Europa y también salvaguardó el patrimonio cultural de la mitología griega y romana, porque entendió que todas esas raíces eran aprovechables y ayudaban a profundizar en el conocimiento del mundo, del hombre y de Dios. Y los monjes difundieron esa cultura. Toda esa labor configuró Europa”.
Sin embargo, todo aquello no solo está en cuestión, sino que se está diluyendo. Con esta premisa en un ambiente en el que se palpaba esa misma sensación, Jaime Mayor Oreja, presidente de la Fundación Valores y Sociedad, preguntó a ambos ponentes el “por qué de esa obsesión enfermiza por destruir personas y valores de una civilización como esta y por qué esta agresividad de la dictadura del relativismo”.
“Estamos viviendo en el crepúsculo de la escritura y de la lectura y esto disuelve toda capacidad de enfrentarse a lo real, a una realidad que puede ser desgarradora, capacidad que no tiene el que ve la televisión. Hemos vivido el desmoronamiento del mundo académico y no sé si los que tenéis responsabilidad política [en alusión a Mayor Oreja] sois conscientes de que nuestra sociedad se ha vuelto analfabeta”, espetó el filósofo entre una rúbrica de aplausos.
Cantera, en su turno, y ante un silencio expectante, quiso añadir “un elemento difícil de comprender, porque es irracional, y es el odio. Hoy vivimos una realidad del odio especialísimamente presente, donde los medios de comunicación muchas veces lo alientan y en donde no importa mentir en esta dictadura del relativismo. El odio podría decrecer con el conocimiento de lo que es el amor, pero eso muchas veces es una experiencia personal. El odio se trasmite de una generación a otra”, concluyó el benedictino, que ganó en intensidad de aplausos al filósofo y que incluso cosechó algún ¡bravo!
A esas alturas, el auditorio casi contuvo el aliento ante la última pregunta del moderador: ¿Y cuál es el horizonte, cuál es el futuro de Europa? “El horizonte inmediato es verdaderamente oscuro, porque todos los recursos de sabiduría y comprensión están absolutamente perdidos, ni siquiera en crisis, sino sumergidos. Lo de las ‘fake news’ es igual; lo terrible son las ‘fake lifes’, un espacio hipersaturado e hiperconectado. Y para salirse de él –añadió entre risas cómplices Albiac– solo hay dos vías: el monasterio y la biblioteca”.
Le dio la razón el prior –“y en los monasterios tenemos habitualmente buenas bibliotecas”, señaló sonriente–, pero no escatimó tampoco un diagnóstico severo: “A un nivel humano, el futuro de la civilización occidental lo veo muy oscuro, muy negro. Ya ha habido civilizaciones que han desparecido. No me extrañaría que pudiera suceder. Pero parto de una visión providencialista de la historia. Veo la mano de Dios en la vida del hombre y de la comunidad humana, lo que alienta la virtud de la esperanza, y esto hace que esté con paz. He pasado momentos muy duros y he conseguido resistir gracias a que veo la mano providente de Dios en la historia. Por eso creo que Dios quiere los valores de la civilización occidental y por ello mantengo una esperanza de futuro, pero hay que dar la batalla por la cultura”, sentenció el prior Cantera.