“No se puede rezar como un papagayo. O entras en el misterio, en la conciencia de que Dios es tu padre, o no rezas”. En la audiencia general que presidió este miércoles, 20 de febrero, en el Aula Pablo VI del Vaticano, el papa Francisco volvió a dedicar su catequesis al Padrenuestro, invitando a los fieles a pensar en la figura de sus propios padres para someterlos después a una “purificación”.
Tras recibir en la basílica de San Pedro a un grupo de peregrinos de la archidiócesis de Benevento, situada en el sur de Italia, el Pontífice reconoció en su alocución posterior que “nadie ha tenido unos padres perfectos”, pues las relaciones de amor están siempre marcadas por “nuestros límites y por nuestro egoísmo”. Están a menudo “contaminadas por el deseo de posesión y de manipular al otro”. Al hablar de Dios como ‘padre’, insistió el Papa, hay que ir “más allá” de la idea de los progenitores de cada uno.
Amor “débil e intermitente”
Francisco hizo en la audiencia general una explicación de lo que, a su juicio, es el amor de una persona: “Una promesa que cuesta mantener, un intento que pronto se seca y se evapora”. Reconoció las muchas veces que los seres humanos aman de manera “débil e intermitente” y que son “incapaces de mantener una promesa que en los día de gracia nos parecía fácil de realizar”.
Para el Papa, “todos somos ‘mendicantes de amor’ y experimentamos un gran deseo de amar y ser amados; pero al mismo tiempo encontramos que nuestro amor humano es débil e inconstante”. El amor de Dios, dijo al acabar de su alocución, es en cambio como el de “una madre”, que nunca puede olvidarse de su hijo. “¿Y si una madre se olvida?”, se preguntó Jorge Mario Bergoglio. “El Señor dice que él no se olvidará”, subrayó.