Responsabilidad compartida, prevención y, sobre todo, comunión con todos los miembros de la Iglesia han sido los puntos sustanciales de la intervención de Linda Ghisoni, subsecretaria de la sección para los Fieles Laicos del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, durante la sesión de la tarde de hoy, 21 de febrero, en el Encuentro sobre ‘la protección de los menores en la Iglesia’.
Ghisoni ha comenzado su ponencia citando el testimonio de una víctima de abusos que define a los victimarios como “lobos aullantes que penetran en el redil de las ovejas, cuando tenían que haber sido ellos los pastores”. El conocimiento de esta situación “es el punto de partida fundamental”, ya que “no se puede crear ningún plan de prevención si no se conoce de qué tenemos que huir”. Sin embargo, Ghisoni ha subrayado que el conocimiento de los hechos y la definición de la entidad del fenómeno “por sí misma no es suficiente”.
Como Iglesia “tenemos el deber de rendir cuentas”, no solo como institució en sí misma “sino con la sociedad en la que vive”. Pero, esta rendición de cuentas no se debe tomar de una forma meramente “organizativa”, sino que debe ser comprendida y contemplada “en la naturaleza misma de la Iglesia, es decir, el sentido de comunión”.
Rendir cuentas
“A menudo siento cierto cansancio en la Iglesia en cuanto a la atención que se está dando a los abusos”, ha señalado Ghisoni, como si “ser conscientes del fenómeno y rendir cuentas ante su responsabilidad” fuera una “obsesión” o una “inquisitoria para satisfacer exigencias sociales”. Por el contrario, es algo que el pueblo de Dios no debe evitar, sino encarar como “exigencias comunionales ante los abusos”.
Y esto es, en definitiva, compartir la misión de hacer frente a esta crisis. “Solo partiendo de la visión de la Iglesia como sacramento que manifiesta el misterio de la comunión trinitaria podemos entender correctamente la variedad de los carismas y de los roles distintos dentro de ella”, ha dicho, añadiendo que, en el caso del “rol” sacerdotal, el ministerio “debe vivirse por lo que es: una dedicación a Cristo y a la Iglesia” ya que, vivido de esta forma, “preserva de cualquier tentación de acariciar el poder, de ser autorreferenciales, de autocomplacencia y explotación de los demás para alcanzar placeres de cualquier tipo, incluido el sexual”.
Ghisoni ha incidido, además, en la necesidad de interacción entre distintos carismas y de “cada uno de los miembros de la Iglesia, incluidos los laicos”. Una involucración de “todo el pueblo de Dios” en afrontar la crisis de los abusos que “ha de ser dinámica, en la que los laicos y consagrados no han sido llamados a ser meros ejecutores de lo que disponen y deciden los clérigos, sino que son todos son servidores de la misma viña”, y en la que cada cual participa de una manera concreta. “Volver a la naturaleza comunional de la Iglesia no significa banalizarlo todo, sino encontrar fuerza”, ha subrayado Ghisoni.
Un camino iniciado hace tiempo
En cuanto a este encuentro que se celebra en la Santa Sede hasta el próximo 24 de febrero, Ghisoni considera que “brinda la posibilidad de conocer lo que se está realizando en la Iglesia y lo que hay que implementar” y, si bien hay que ser conscientes de que “no se trata de un punto de llegada ni de un camino terminado, aprobado y perfecto”, realmente tampoco es “el punto de partida, pues no se pueden olvidar las numerosas acciones que la Iglesia viene llevando a cabo durante los últimos años”.
“Hay que reconocer y estudiar las buenas practicas que se han llevado a cabo demostrando ser eficaces y que se han realizado en contextos eclesiales y episcopados diferentes”, ha añadido, refiriéndose “a las prácticas que prevén la implicación de personas competentes que representan a todo el pueblo de Dios”. Así, Ghisoni ha añadido que es necesario reconocer el trabajo que han hecho “los que han dedicado inteligencia, corazón y manos a esta causa, escuchando a las víctimas, elaborando protocolos, líneas guía y revisiones”.