Cada viernes, Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Una detective de Los Ángeles trabajó en su juventud como policía infiltrada en una peligrosa banda criminal. Aquella incursión le acarreó graves problemas mentales que cree haber superado. Sin embargo, el regreso a la ciudad del líder del grupo le enfrenta a una importante decisión: retomar el contacto con viejos miembros para intentar comprender los motivos que la destruyeron.
La estadounidense de origen asiático Karyn Kusama, reconocida directora de cine de terror o fantástico, se pasa al ‘thriller’ para narrarnos el viaje de ida y vuelta a los infiernos de esta mujer enfrentada a los fantasmas de su pasado, que tiene ante sí su última oportunidad para redimirse y garantizar un futuro mejor para su familia, en concreto, para reconducir la difícil relación con su hija adolescente.
Más cerca del drama personal y familiar que del relato policiaco, esta odisea femenina nos reencuentra con la mejor Nicole Kidman de ‘Las horas’. No solo por su aspecto irreconocible, sino por su despliegue interpretativo al meterse en la piel de un personaje siempre al límite.
Aunque no figure entre las candidatas al Óscar a la mejor actriz, ella es la película.
“¿Sabes por qué estás en el tribunal?”, le pregunta el juez al pequeño Zain. “Sí –responde él–, quiero demandar a mis padres por traerme al mundo”. Sin tiempo para reponernos de su desgarradora confesión, ya estamos acompañando al protagonista en su batalla diaria por la supervivencia en los suburbios de Beirut.
Así arranca este melodrama con aires de documental dirigido por Nadine Labaki, que aprovecha la frustración y la lucidez de ese chico de 12 años para componer un retrato descarnado de tantas infancias invisibles y perdidas. Su mirada y la dureza de sus reproches hacia sus progenitores, que no han sabido (o no han podido) darle lo mínimo para vivir, ni siquiera amor, traspasa la pantalla hasta convertirse en un grito contra este mundo injusto y hostil.
Un ‘casting’ a pie de calle pone voz y rostro a este enjambre humano de trabajadores ilegales, explotadores sin escrúpulos, niños maltratados, padres que no cumplen con sus responsabilidades familiares… Es la dolorosa estampa de un testimonio irrefutable.
No será fácil arrebatarle a ‘Roma’ el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, pero esta historia merece hacerse un hueco en nuestros corazones.
Sobre las ruinas de una Polonia devastada tras la II Guerra Mundial, dos corazones destinados (¿condenados?) a encontrarse vivirán un amor a prueba de exilios, fronteras y amantes. Ella es una talentosa cantante y bailarina; él, pianista y director de orquesta.
Pawel Pawlikowski, director de la oscarizada ‘Ida’, se inspira en la historia de sus padres para componer este maravilloso lienzo en blanco y negro sobre la Guerra Fría. La de los sentimientos y la del tiempo turbulento e incierto que es testigo de su tormentosa relación.
A lo largo de varias décadas, y mientras Europa se recupera a duras penas de las graves heridas del conflicto, seguiremos el apasionado romance ‘interruptus’ entre profesor y alumna por Francia (París), Yugoslavia o Alemania (Berlín). La música, tercer vértice de este triángulo imposible, acompañará sus rupturas y reconciliaciones, sus deseos y ausencias, en su particular ‘Cold War’ contra la distancia y contra sí mismos.
Se han hecho muchas películas sobre el amor en tiempos de guerra (y de posguerra), pero muy pocas con la belleza abrasadora que irradian estas imágenes, elegante escaparate de un prodigio de sensibilidad y un ejercicio de gran cine.