La Iglesia universal pide perdón por los abusos sexuales cometidos por clérigos. Con el Papa al frente. Así lo han manifestado en una celebración penitencial celebrada en la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano, en la que el Papa Francisco, a modo de examen de conciencia, imploró a Dios para que “confiando en tu amor y bondad, te pedimos para que nos des valentía para decir la verdad y sabiduría para reconocer que hemos pecado”. “Danos un auténtico arrepentimiento y concédenos el perdón y la paz”, oró el Pontífice al comienzo de la ceremonia.
“Nos hemos preguntado: ¿cómo actuar con responsabilidad y qué pasos debemos dar ahora? Pero para afrontar el futuro con ánimo renovado, debemos decir, como el hijo pródigo: ‘Padre, he pecado’”, rezó Francisco a modo de examen de conciencia más tarde. Desde ahí, instó a la asamblea a “examinar qué acciones concretas se necesitan para las iglesias particulares, para los miembros de nuestras Conferencias Episcopales, para nosotros mismos. Esto requerirá que miremos con honestidad la situación en nuestros países y en nuestras propias acciones”.
Durante la ceremonia, se escuchó el testimonio en primera persona de una víctima. “El abuso de cualquier tipo es la mayor humillación que un individuo puede sufrir”, expuso un joven que, sin entrar en detalles sobre la agresión sufrida, explicó cómo “uno debe enfrentarse al hecho de tener conciencia de no poder defenderse de la fuerza superior del agresor. No se puede escapar de lo que sucede, pero se debe soportar, no importa lo feo que sea”. Visiblemente emocionado y con la voz entrecortada, a punto de romper a llorar, aseguró que “ahora se ha acabado y debo tener valor. Puedo y debo seguir adelante”.
Tras escuchar el Evangelio del Hijo Pródigo, el presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana. Philip Naameh, a modo de homilía, alertó de que la crisis de los abusos ha sido tan letal que “hemos destruido las esperanzas y las personas han sido vejadas masivamente tanto en cuerpo como en alma”.
“Con demasiada frecuencia hemos callado, hemos mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos, hemos sido demasiado petulantes para enfrentarnos a lo lados oscuros de nuestra Iglesia”, lamentó, a la vez que reconoció que la situación es tan grave, que resulta comprensible que haya quien “nos haya retirado su apoyo”. “Debemos preguntarnos qué debemos hacer de forma diferente”, cuestionó.
“Nadie puede eximirse, nadie puede decir: ‘Yo personalmente no he hecho nada malo’”, señaló para subrayar que “somos responsables no solo de nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra fraternidad, y de la fraternidad en su conjunto”.
Por otro lado, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, tomó la palabra para lanzar una batería de preguntas para la reflexión: “¿Qué abusos contra los niños y los jóvenes se cometieron por parte del clero y por otros en la Iglesia de mi país? ¿Qué sé sobre las personas de mi diócesis que han sido abusada y violadas por sacerdotes, diáconos y religiosos? ¿He hecho lo posible para llevar justicia y reparación a las víctimas y a los que sufren con ellas?”, lanzó entre otras cuestiones para la meditación de los obispos.
Posteriormente los participantes en la ceremonia hicieron una confesión pública de la “violencia ocasionada”, de no haber “protegido a quienes más necesitaban de nuestra ayuda”, de haber “protegido a los culpables” y “silenciado a los que han sufrido el mal”.