“El objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”. Es el compromiso lanzado por el Papa Francisco en su discurso conclusivo de la cumbre antiabusos que ha reunido a 190 responsables de la Iglesia universal durante cuatro días en Roma.
Para alcanzar esta meta, Francisco dijo a los presidentes de las Conferencias Episcopales y a los líderes de la vida religiosa masculina y femenina que “ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial”.
Para ello, señaló que hay que ir más allá de “todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños”. Además, de forma reiterada mostró su convencimiento de que “detrás de todo esto está Satanás”.
“Hago un sentido llamamiento a la lucha contra el abuso de menores en todos los ámbitos, tanto en el ámbito sexual como en otros, por parte de todas las autoridades y de todas las personas, porque se trata de crímenes abominables que hay que extirpar de la faz de la tierra”, clamó.
En este contexto, enumeró ocho mandamientos para “erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad”:
Francisco sentenció que “si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad”.
Con duras palabras, el Papa subrayó que “en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos. El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el poder”.
“Nosotros tenemos el deber de escuchar atentamente este sofocado grito silencioso”, apuntó el Papa, que dijo que la Iglesia está llamada a proteger a los niños de “los lobos voraces”. Por eso, Francisco apuntó que “debemos tomar todas las medidas prácticas que nos ofrece el sentido común, las ciencias y la sociedad, no debemos perder de vista esta realidad y tomar las medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto de contrición, oración, penitencia”, exhortó el Papa, que presentó esta fórmula como “la única manera para vencer el espíritu del mal”.
El Papa definió al clérigo abusador como un “instrumento de satanás”. “Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús”, expuso el Papa, que no solo llamó a “limitar los gravísimos abusos con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia”.
El Papa también hizo un repaso a los informes de Unicef para certificar que el abuso sexual a menores es “un problema universal y transversal que desgraciadamente se verifica en casi todas partes” y recordó que las agresiones se producen en mayor parte en el seno de la familia.
Además denunció el auge del turismo sexual la pornografía infantil que hace que los niños sean “heridos en su dignidad” con modalidades cada vez más violentas y “en directo a través de las redes”. También puso sobre la mesa el drama de los niños soldado, los menores refugiados y abortados para señalar que “hoy estamos delante de una manifestación del mal, descarada, agresiva y destructiva”.
Tras este análisis, señaló que “la universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia”. Eso sí, agradeció la entrega de “la gran mayoría de sacerdotes que no solo son fieles a su celibato, sino que se gastan en un ministerio que es hoy más difícil por los escándalos de unos pocos —pero siempre demasiados— hermanos suyos”.