España

Amadeo Rodríguez Magro: “Necesitamos romper esquemas y llegar al corazón de la gente”

  • “La Iglesia en salida que propone el papa Francisco es algo ya indiscutible y evidente”, señala el obispo de la diócesis andaluza
  • Las parroquias de Jaén se vuelcan con la Misión Diocesana, que se desarrolla a lo largo de 2019





Inaugurada con una eucaristía en Baeza el pasado 13 de enero, la Misión Diocesana atravesará la vida de la Iglesia en Jaén a lo largo de todo este 2019. Desde ese día, la Cruz de la Misión está siendo acogida en todas las parroquias de la geografía diocesana, en una apuesta por un camino sinodal que está haciendo realidad un lema muy querido por su obispo, Amadeo Rodríguez Magro: “Cada parroquia, una misión; cada cristiano, un misionero”. Nos lo cuenta el propio pastor en este entrevista.

PREGUNTA.-La Diócesis de Jaén ha puesto en marcha la Misión Diocesana para hacer realidad “el sueño misionero de llegar a todos”, como señaló usted en una carta pastoral. ¿Por qué era necesario está Misión Diocesana y qué frutos esperan de ella?

RESPUESTA.- En realidad, la Misión Diocesana no es necesaria en sí misma, lo que sí es necesario es evangelizar, es anunciar a Jesucristo y decir que vive y que nosotros podemos vivir en él, y que ese es el gran regalo de Dios para todo ser humano en cualquier circunstancia de la vida. Lo que en realidad necesitamos en Jaén, o en cualquier otro lugar de este Occidente nuestro secularizado, en el que se está orillando poco a poco a Dios y en el que la fe en Jesucristo ya no es suficientemente valorada y deseada, y donde el Evangelio no suena con alegría, libertad o verdad, es una conciencia renovada en la Iglesia de que está en situación permanente de misión.

Lo que en verdad se necesita es que ser cristiano es reconocerse como un discípulo que no baja su interés por conocer, vivir, celebrar y amar a Jesucristo. Solo ese interés contagia y atrae a otros cuando su vida dice lo que significa para él haber conocido a Jesucristo. La Misión Diocesana es solo un impulso que extiende esta nueva conciencia misionera en los cristianos que hasta ahora solo eran usuarios o clientes de bienes religiosos, pero aún no habían entendido que lo que ellos reciben y recogen en la vida de la Iglesia, que es todo lo que se necesita para ser discípulo misionero, lleva dentro un impulso del Espíritu que les envía a compartirlo con los demás, con todos.

Hacer discípulos misioneros

P.- ¿Y cómo se consigue precisamente eso, “llegar a todos”, para implicarlos y hacerlos partícipes de la llamada?

R.- La evangelización, que tiene siempre un comienzo en el kerigma o primer anuncio, empieza con algo modesto y sencillo; todo se hace de uno en uno. Pero es evidente esa experiencia compartida, si atrae y se recoge, se multiplica y llega a muchos. Si nosotros, de pronto, en un acontecimiento como este, de una Misión Diocesana, tenemos muchos “unos” que se comprometen a llegar a “otro”, esto tendrá un efecto multiplicador maravilloso.

Naturalmente, el que llegue y dé fruto el anuncio no depende de nosotros, pero la siembra sí. Además, una misión es solo un comienzo impacto que, si está bien formulado y organizado, hace discípulos misioneros. El que hace una experiencia misionera ya entra en una dinámica vital, que no depende solo de él, sino del Espíritu, que ya no puede parar. De una Misión nacen comunidades misioneras, nace una situación comunitaria consolidada de misión.

El obispo bendice la Cruz de la Misión Diocesana

P.- Usted afirma que las estructuras de las diócesis y de las parroquias no son caducas, que “es posible evangelizar” en sus ámbitos, desarrollar en ellas una pastoral evangelizadora, aunque haya en ella “costumbres y formas de vida algo viciadas y empobrecidas”. ¿De qué manera la Misión Diocesana les afectas a ambas? ¿Cómo las interpela?

R.- La afirmación de que las parroquias no son estructuras caducas no es mía, es del papa Francisco en Evangelii gaudium. A mí me me estimuló que lo afirmara; de esa convicción vivimos los sacerdotes y las comunidades cristianas. Si no fuera así, parecería que tendrían que desaparecer e inventar algo nuevo y, por supuesto, olvidarnos de donde se ha movido siempre la vida de la Iglesia. Adiós a la eclesiología, a la pastoral, al derecho canónico, etc. Lo que sí hay que hacer es cambiar los planteamientos, hay que poner en todo lo que hacemos intención misionera, hay que poner, en todo, evangelización.

Desde el Vaticano II y desde San Pablo VI en Evangelii nuntiandi le hemos dado muchas vueltas a cómo evangelizar hoy; especialmente lo hicimos con la búsqueda estimulada por san Juan Pablo II en la Nueva Evangelización. Todos nos preguntábamos cómo tendría que ser eso; y hasta el Papa nos dio claves para la novedad: nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones. Nos parecía que era imposible evangelizar desde nuestras rutinas; pues bien, justamente eso es lo que hay que dejar atrás, todo lo que no lleve invitación a la fe, lo que no provoca encuentro con Jesús, lo que no cambia la vida, lo que no despierta, en la libertad, interés personal con Jesucristo.

Necesitábamos descubrir que no hay nada ajeno en sí mismo a esa energía transformadora de los cristianos y de las comunidades. Lo que hemos de hacer es sacar del servicio de la Palabra, de la celebración de los sacramentos, y en especial de la Eucaristía, de la fraternidad comunitaria y del servicio a los pobres, la energía renovadora que nos lleve a un estilo nuevo. Un estilo que rompa esquemas, trasforme formalidades que ya no nos llevan a ningún sitio y, sobre todo, que sea capaz de llegar al corazón de la gente, que es donde quiere Jesús que le acerquemos. Naturalmente, hay que usar nuevos métodos y dar entrada en la vida de la diócesis y de las parroquias a movimientos, métodos, fórmulas nuevas, que completen lo que la parroquia, quizás, no pueda hacer en sí misma. Esto siempre será de una gran ayuda para llegar a sectores a los que haya que llegar de otros modos: jóvenes, familias, sectores sociales y culturales más alejados, etc.

Un grupo de mujeres porta la Cruz a su paso por una de las localidades de la diócesis

P.- Estado de misión, conversión misionera, Iglesia en salida… Estas expresiones, tan presentes en el magisterio del Papa Francisco, aparecen también como las recetas adecuadas para esta convocatoria que usted, como pastor, ha hecho para la Misión Diocesana. ¿Había bajado nuestra Iglesia los brazos en la tarea evangelizadora? ¿Se había detectado desánimo, conformismo o rutina en los agentes pastorales?

R.- Yo no quiero hacer juicios de las actitudes y los sentimientos de nuestros agentes pastorales; por el contrario, no tengo más que elogios para todos, tanto en Plasencia como ahora en Jaén. La respuesta a la Misión Diocesana no puede ser mejor ni más entusiasta; quizás sea porque los signos de los tiempos se descubren ahora con más claridad, la conversión misionera se ve ahora más obvia y necesaria. Lo de la Iglesia en salida ya es para muchos algo indiscutible y evidente. Los cambios no son fáciles, a veces son muy lentos, pero lo importante es que lleguen.

El movimiento de una Iglesia en misión viene realmente de muy lejos en el tiempo y en las invitaciones que hemos recibido en formas de mensajes de grandes acontecimientos de Iglesia en Europa, en América Latina, en África y en Asia, sobre todo desde el Vaticano II. Pero es evidente que las formulaciones provocativas, los argumentos incuestionables y los gestos del pontificado de Francisco han acelerado la toma de conciencia de que hemos de ser una Iglesia en salida. Sobre todo, Evangelii gaudium, ese documento que en principio algunos infravaloraron, al compararlo con otros de la tradición, se ha convertido en absolutamente imprescindible, lo mismo que ya lo es Amoris laetitia para cualquiera que tenga algo que decir, sugerir u ofrecer para la acción pastoral de la Iglesia en estos días y en los futuros.

P.- ¿Es la Misión Diocesana un paso también hacia esa Iglesia más sinodal que está reclamando el papa Francisco?

R.- Sí, pero no se deduce esto solo de la Misión. Lo que estamos haciendo es sinodal porque el modo de relación y trabajo eclesial para llegar a estos compromisos sí lo es. Nuestro Plan de acción Pastoral se ha hecho tras consultar a todo el Pueblo de Dios, tras trabajarlo en asambleas arciprestales y diocesanas. Además, su aplicación también se hace con el mismo proceso, y han sido todas las parroquias las que han sugerido que se haga una Misión Diocesana. Este nuevo estilo sinodal, que anima e impulsa el obispo, lo encauzan los sacerdotes y lo acogen con ilusión los laicos, ha hecho posible que se haya convocado la Misión.

Hoy por hoy, se puede decir que el 100% de las parroquias están participando. Se está haciendo realidad un lema que me es muy querido en mi ministerio: “Cada parroquia una misión, cada cristiano un misionero”. Tengo que decir que en la Diócesis de Jaén todo es muy fácil. Gracias a una trayectoria pastoral bien cuidada desde hace muchas décadas, y por otras circunstancias, esta es aquí, si no fácil, sí posible. La Misión Diocesana es una acción de gracias a quienes sembraron en el pasado y, sobre todo, al Espíritu Santo, que nunca nos deja de la mano y nos acompaña en nuestra misión ilusionada.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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