Su camino, cruz a cuestas, empezó hace unos tres años, cuando salió de Italia camino de España. Primero llegó a Francia, donde visitó París y Lourdes por una promesa que había hecho a la Virgen: si se recuperaba de una complicada operación de espalda, iría a visitarla a pie. Fratel Biagio – “en español soy hermano Blas”, dice entre risas, ya que tan solo habla italiano – es un misionero laico al que muchos comparan con San Francisco de Asís por su aspecto, pero, sobre todo, por su historia. A los 26 años dejó una cómoda en Palermo, su ciudad natal, para dedicar a su vida a los pobres y llevar un mensaje de esperanza por todos los pueblos de Italia y, ahora, de otros países también.
Ahora, con 56 años, fratel Biagio no solo ha abierto una casa de acogida para personas excluidas en Palermo – ‘Missione Speranza e Carità’ – y que fue visitada por el papa Francisco en 2018, sino que ha recorrido Italia y se encuentra inmerso en un viaje que le ha traído hasta España, donde Vida Nueva ha hablado con él mientras se encontraba acogido por los Misioneros Combonianos en Madrid. “Es un camino penitencial con el que pretendemos llevar al mundo un mensaje de esperanza en este momento difícil de la sociedad”, explica, añadiendo que su papel no es otro sino el de “salir al encuentro de la gente para dar ánimos, para llevar una sonrisa y coraje para que no pierdan la esperanza”.
Acompañado por fratello Martino, entró en España por los Pirineos y recorrió el norte hasta Santiago. A Madrid llegaron pasando por Portugal y por Ávila, y de aquí recorrerán también el sur haciendo 25 kilómetros diarios. Al llegar a alguna ciudad, piden comida y alojamiento, si bien solo comen una vez al día. “Estamos viviendo una experiencia muy bonita aquí, si bien es cierto que la gente muchas veces no comprende lo que hago”, señala, “me ven un poco extraño, pero realmente en España hay gente muy sensible y acogedora”.
“El miedo nunca proviene de Dios”
También piden que se comparta con la gente que vive en la calle, que no tienen trabajo. “Encontramos a gente joven, a ancianos… y a todos queremos darles ese mensaje de esperanza, pero sobre todo a los jóvenes queremos transmitirles que ellos son el futuro, la esperanza del mundo”, añade. Además, una de las principales cosas que quiere dar a entender es que “todas las ciudades pueden tener una casa que de acogida para que la gente no duerma en la calle, así como un sitio que alimente a los pobres y un oratorio para los jóvenes”.
“Estamos atravesando un momento histórico difícil en el que no podemos olvidar lo que hemos hecho anteriormente”, dice. Sin embargo, recalca que no es tarde para que “cada cual debe hacer su parte para, todos juntos, mejoremos la sociedad”. Pero, sobre todo, es necesario aprender que “no se puede cerrar la puerta a quien lo necesita”. Ejemplo de ello es la situación que atraviesa Italia con la llegada de refugiados. “En Italia se está intentando cerrar las fronteras, y esto no se puede hacer, no es justo, ya que históricamente todos somos migrantes”, asevera, y no se les puede cerrar las puertas porque “cada hombre es nuestro hermano, cada mejor es nuestra hermana”.
“Se está creando un gran miedo, y esto es lo que cierra el corazón de la gente, pero también es lo que crea una gran soledad”, afirma. “El miedo nunca es la respuesta porque nunca proviene de Dios”, dice, por lo que “quien cree en Dios, quien espera, nunca ha de tener miedo”, así que, aunque haya “momentos de preocupación”, “el miedo se vence respondiendo al mal con el bien”.