Se le suele atribuir al teólogo protestante suizo Karl Barth la frase que dice que “un sermón hay que prepararlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra”. Los mismo podríamos aplicar a los momentos de oración de la cumbre antipederastia que se ha desarrollado desde el pasado jueves en el Vaticano. Y es que los momentos de plegaria han incluido 5 testimonios, de diferentes continentes, de víctimas de abusos sexuales dentro del seno de la Iglesia católica.
Las víctimas que han participado en esta iniciativa han agradecido la sensibilidad del papa Francisco y han ofrecido su experiencia para evitar que vuelvan a producirse en el futuro los dramas por ellos vividos.
Una víctima de América del Sur pidió a los participantes que no dejen de “curar las víctimas” especialmente “creyéndolas y acompañándolas” para después colaborar con la justicia. Y es que su experiencia ha sido la contraria: “la primera cosa que pensé fue: voy a contarlo todo a la Santa Madre Iglesia, donde me escucharán y me respetarán. Y la primera cosa que me hicieron, fue tratarme como un mentiroso”. “Me dieron la espalda y dijeron que yo y otros éramos enemigos de la Iglesia”, apostilla. Esta lógica de desconfianza y encubrimiento, para la víctima, “debe terminar”.
Por su parte, un joven asiático, compartió una poesía propia titulada “el puente que hace la diferencia”. En ella relata como “despojado de su propia inocencia una y otra vez” durante la infancia, fue “abandonado a su propio destino”. Una experiencia que le hizo callarse “por miedo al deshonor y la vergüenza”. Hasta que decidió emprender “un camino de perdón, de reconciliación, un camino para aceptar la vida, así como era llena de heridas, dolor y desolación”. “Hay un camino”, concluyó alentando a otras víctimas.
Una mujer africana, por su parte compartió cómo fue embarazada tres veces y otras tantas obligada a abortar por un sacerdote, en un testimonio que conmovió a la sala. “Al principio tenía tanta confianza en él, que no sabía que podía abusar de mí. Tenía miedo de él. Y cada vez que me negaba a tener relaciones. Él me golpeaba”, denunció. Una vida “destruida” de la que emerge un llamamiento al amor verdadero, que es el que es gratuito, señaló. Por ello, ha pedido a la Iglesia “comportarse con responsabilidad, como personas sensatas”.
Un sacerdote de la Europa del Este ha relatado los abusos que sufrió en el seminario y cómo nunca fue creído por su obispo. Por ello pidió: “Escuchen a estas personas, que aprendan a escuchar a las personas que hablan. Yo quería que alguien me escuchara, que se supiera quién es ese hombre”. Finalmente, un estadounidense relató como en su familia permanece el dolor de “la traición” y “la manipulación” de quien abusó de él.