Tras nueve meses de aguda crisis en Nicaragua, con el régimen de Daniel Ortega reprimiendo con dureza a las decenas opositores que han pagado con su vida denunciar su deriva “dictatorial” en la calle, al fin parece intuirse un rayo de esperanza. Y es que, aun con todas las cautelas, tras la convocatoria del presidente, se ha vuelto a recuperar la mesa de diálogo nacional, participando en ella ahora el Ejecutivo sandinista y la constituida Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Un camino, por cierto, que va a ser acompañado por la Iglesia, desempeñando varios representantes eclesiales de “observadores”.
Si bien en el anterior intento de diálogo la Iglesia ejerció un papel protagonista, ahora el apoyo es indirecto, aunque no menos significativo, pues no puede obviarse que muchos sacerdotes y hasta obispos (como el auxiliar de Managua, Silvio José Báez) han sufrido ataques verbales y físicos de los militantes sandinistas, tras ser señalados como culpables por Ortega y su mujer, Rosario Murillo, auténtica presidenta en la sombra.
Presente en la cumbre antiabusos celebrada en Roma del 21 al 24 de febrero, el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, se reunió en audiencia privada con Francisco antes de volver a Nicaragua. Como ha informado Vatican News, el Papa “está muy consciente de lo que está pasando en el país”, dándole “su bendición” y asegurándole que espera de esta nueva etapa “que todo sea en beneficio de bien común de nuestro pueblo”.
Brenes explicó al portal vaticano que le ha detallado a Bergoglio “nuestra problemática”, así como “el trabajo que los obispos de la Conferencia Episcopal, cada uno, están haciendo por ser puente, por ejercer su acción pastoral y profética”. En este sentido, el Papa le mostró su agradecimiento y le animó en la tarea, pues “así tiene que ser el obispo, un pastor que esté creando puentes”.
Además, el purpurado nicaragüense recalcó que el episcopado local, pese a las muchas incomprensiones y los ataques sufridos en estos nueve meses, está moviéndose por un único fin: la reconciliación auténtica entre todas las partes enfrentadas. Porque, clamó, “una reconciliación que no cure las heridas del corazón va a ser muy difícil”. Para ello, están encarnando “una Iglesia que está tocando las heridas de su pueblo”, acompañando a las personas, sean cuales sean sus ideas y posicionamientos.
Aún se desconocen los integrantes de la mesa negociadora, así como los plazos y las condiciones que se barajan, pero la coalición opositora ya ha anunciado sus principales e irrenunciables reclamaciones: liberación de los presos políticos, restablecimiento de los derechos constitucionales, convocatoria de unas elecciones “justas, libres y transparentes”, y “justicia para las víctimas” registradas en las manifestaciones de protesta.
A nivel eclesial, si en el anterior proceso de diálogo fue Silvio José Báez en representante con más peso ante la opinión pública, ahora se cree que lo será Brenes, quien despierta muchos menos recelos entre las filas gubernamentales.