Los numerosos casos de abusos sexuales a menores que han salido a la luz en todo el mundo han motivado que el tema se intente abordar desde perspectivas muy diferentes: desde la necesidad de reparar el daño causado a las víctimas hasta la búsqueda de responsabilidades y la puesta en marcha de los protocolos necesarios para que estos casos no se vuelvan a repetir. En este contexto, el Centro de Humanización de la Salud ha organizado para hoy, 28 de febrero, un seminario cuyo objetivo principal es, además de mostrar la realidad de las víctimas, dar la perspectiva de la persona que comete el abuso, qué hay detrás de llegar a cometer un delito semejante.
Al frente del seminario se encuentra Guadalupe Rivera, psicóloga clínica con gran experiencia en el trabajo directo con pederastas en la cárcel de Ciudad Real como especialista en violencia sexual y de género. A pesar de ser testigo de forma casi diaria de esta terrible realidad, Rivera deja “un mensaje esperanzador” para Vida Nueva: “como cualquier otra conducta, en el abuso sexual a niños y niñas también se puede intervenir”.
PREGUNTA.- ¿Existe un perfil de abusador? ¿De qué manera se puede trabajar con estas personas?
RESPUESTA.- No existe un único perfil, sino características personales que les son comunes. En el seminario queremos hablar de las causas que llevan a alguien a hacer esto, pero además abordar lo que son los perfiles distintos, cómo intervenir en esta problemática, describir las unidades de intervención y, sobre todo, incidir sobre los resultados, que son muy positivos a la hora de conseguir que estas personas controlen el impulso. Para ello hay que trabajar desde los pensamientos, conductas y fantasías de los agresores. Realmente es algo que hay que abordar desde todos los ámbitos de la persona, partiendo de la respuesta fisiológica hasta el pensamiento y las emociones, ofreciéndoles estrategias para controlar su conducta. Con mucho trabajo, llegamos incluso a modificar el deseo.
P.- ¿Cómo afrontan los victimarios su condición como tal?
R.- La mayoría, incluso antes de ser juzgados (quitando a personas con enfermedades mentales) saben que lo que están haciendo es dañino, que es éticamente reprobable y, por ello, sienten culpa y arrepentimiento. El problema es que se va convirtiendo poco a poco en un proceso adictivo, en el que una vez pasa la culpa y la vergüenza por haber cometido el abuso, el proceso vuelve a iniciarse.
P.- Ha habido bastantes voces dentro de la Iglesia que achacan a los abusos a la homosexualidad o al hecho de que los abusadores hayan sido, previamente, abusados. Francisco opina que son más bien un abuso de poder que depende, fuertemente, del clericalismo. ¿Qué opina?
R.- No tiene nada que ver. Puede darse el caso de que un abusador sea homosexual, pero no por el hecho de ser homosexual se es abusador. El contacto o deseo sexual por un niño es una cosa muy diferente que depende más de lo que es ese abuso de poder y superioridad ante alguien que está indefenso. En cuanto a que hay victimarios que han sido abusados en la infancia, es cierto. Cuando se agrede de esta manera a un niño se interrumpe su proceso de desarrollo, no solo a nivel sexual sino en un espectro muy amplio. Además cuando son pequeños no pueden controlar lo que les está pasando, y cuando son grandes y se dan cuenta de lo que ha ocurrido, se sienten culpables por haberlo permitido, cuando la verdad es que no podían hacer nada. Es un porcentaje bastante alto el de abusados que se convierten en victimarios, entre el 25 y el 30%. Sin embargo, miles y miles de niños han sido abusados a lo largo de la historia y, en el hecho de que la mayoría de ellos no sean abusadores, demuestra que es un factor que predispone, pero no precipita. Es decir, no determina que una persona se convierta en abusador.
P.- La Iglesia está poniendo en marcha numerosas iniciativas para poner fin a la crisis causada por los abusos sexuales cometidos por miembros del clero, ¿son suficientes?
R.- Era necesario que la iglesia tomase partido. Era un auténtico clamor. No puede permitirse ser cómplice de esto, y no se puede decir que no se sabía, porque no es cierto. Por eso tenemos que tomar partido por restaurar los daños causados a las víctimas y, sobre todo, erradicar estas prácticas. A nivel personal creo que en el futuro esto irá a menos, simplemente porque ahora mismo los jóvenes tienen muchísimas posibilidades, muchas opciones para sus vidas, por lo que una persona que elige renunciar de manera voluntaria a tantas cosas y dedicarse al sacerdocio es que realmente tiene una vocación muy pura. A lo mejor antes había muchos más sacerdotes, pero también es cierto que las vocaciones podían verse como una manera de huir de otro tipo de situaciones, desde la pobreza hasta la propia violencia en el seno de la familia. De todas formas, el problema de los abusos es bastante grande como para resolverse de un día para otro y requiere que nos quitemos la venda de los ojos.
P.- ¿Tener seguimiento psicológico en los seminarios ayudaría a evitar los abusos?
R.- Hay muchos sacerdotes que están solos, que ejercen su ministerio de forma muy aislada. El apoyo psicológico es necesario porque los sacerdotes, si bien el amor de Dios todo lo puede, también son humanos, y del mismo modo que necesitan un médico, necesitan salud psicológica para enfrentarse a su ministerio. Además, facilitaría localizar características del perfil del abusador, y yo creo que si un sacerdote con estas inclinaciones tuviera facilidad para contar con ayuda profesional, acudirían a ella, porque en el fondo una persona así vive atormentada.