El chileno Juan Carlos Cruz es quizá la más influyente de las víctimas de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes y religiosos. Superviviente del depredador sexual Fernando Karadima, símbolo de la pederastia eclesial en el país austral, lideró las protestas durante la visita de Francisco a Chile en enero de 2018 por el apoyo del Papa al obispo Juan Barros, encubridor de Karadima.
Bergoglio consiguió que Cruz diera un giro copernicano al recibirle, pedir perdón por sus errores y empezar a hacer limpieza en la Iglesia chilena. Su momento cumbre llegó con la organización del encuentro entre 12 víctimas y los promotores del simposio vaticano sobre pederastia el día antes de que este comenzara. “Estoy muy agradecido al Papa. El hombre tiene el corazón en el lugar que corresponde. La reunión se desarrolló gracias a él, pero lo que me preocupa son los obispos, que por un lado le digan que sí y asientan con la cabeza, pero luego vayan a sus países y sigamos con lo mismo”.
Aunque Cruz no se fía del Vaticano, sí que confía en Francisco. “La gente dice que a los 80 años no se cambia, pero este Papa ha cambiado, ha escuchado y va asimilando cosas que a lo mejor antes no sabía o le habían engañado. Me impresiona eso, su forma de ser dócil, por un lado, pero estricta y tozuda en otras cosas”.
Aplicar la ley
Este superviviente de abusos, que asegura que nunca perdió la fe católica y que piensa en la Virgen cuando tiene deseos de venganza, dice sentirse “muy honrado” de que le encargaran “aportar su granito” de arena en la cumbre. Fue el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, quien le llamó para pedirle que preparara la cita con las 12 víctimas y elaborara un vídeo con testimonios que fue proyectado el primer día. La primera de las voces que escucharon los participantes fue la de Cruz. “Siento que represento a mucha gente. La acogida no puede ser la excepción, sino la norma. No digo que todos deban juntarse con el Papa, ojalá se pudiera, pero los obispos sí deben acoger a las víctimas. Es tremendamente importante que se preocupen por ellas”. Su cambio de actitud es el mejor ejemplo del efecto positivo que tienen en los supervivientes de abusos la escucha, el cariño y la acogida brindada por un miembro de la jerarquía.
Preguntado por las consecuencias de esta cumbre, Cruz responde: “Quiero ser optimista, pero veremos qué pasa”. Salva al Papa, no a los obispos. “Me preocupa que no hayan entendido nada. ¿Cómo hacer para que haya un cierto control y responsabilidad de esta gente? Deben aplicar la legislación vigente”, exige, antes de poner a la Iglesia española como ejemplo negativo: “Es un país que conozco, quiero mucho y al que viajo a menudo. Estoy viendo lo que está pasando con casos como el de Montserrat y me da pena que la mayoría de los obispos españoles, como los chilenos, estén aún en la luna de Valencia con este problema”.
A su juicio, en los países hispanohablantes queda mucho camino por recorrer para afrontar adecuadamente la pederastia eclesial. “El Papa se está partiendo el pecho. ¿Y los obispos? Hay que cortar cabezas y mostrarle la puerta a mucha gente. Eso es tolerancia cero. El que no quiera seguir las normas se puede ir. Los que queremos una Iglesia nueva la queremos con cero abusos”.