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Emili Turú: “Nuestras reglas no pueden ser muros que separen”





“Las congregaciones somos organismos vivos, no máquinas”. Con esta premisa, Emili Turú, superior general de la Congregación de los Hermanos Maristas, expuso una serie de condiciones para la transformación y liderazgo de la vida religiosa desde la innovación, que fue el tema que desarrolló en la sesión vespertina de este 2 de marzo en el simposio que, con motivo del 75º aniversario de la revista Vida Religiosa, se celebra este fin de semana en Madrid.

Turú apostó por estructuras en las organizaciones religiosas que no sean demasiado rígidas, “que no pueden generar demasiadas posibilidades de adaptarse”, sino que sean “semiabiertas, para tener un intercambio con el entorno”, porque la innovación “no es una moda, sino que forma parte de la vida, y cuando uno no se comunica con el entorno, no se adapta, se muere”.

El también secretario general de la Unión de Superiores Generales (USG) señaló igualmente “la paradoja” que esto conlleva, pues según afirmó, “cuando un ser vivo cambia, está tratando de preservar su identidad, lo que podría parecer contradictorio, pero cambiar permanentemente es una manera de protegerse a sí misma”.

La cerrazón se puede contagiar

“En los sistemas cerrados no hay porosidad, no se adaptan al entorno y entonces mueren, mientras que en los sistemas vivos está la capacidad de aprender. Las máquinas no aprenden, imitan la vida. Sin embargo, los sistemas vivos pueden progresar, aunque haya mucho desorden en su interior”, razonó el religioso catalán.

“Hoy, el momento social que vivimos, es un momento de declive, con los síntomas de cerrazón propios de un final de época”, afirmó Turú, quien advirtió del peligro de “en este momento de exilio en el que vivimos, de enfrentar la pérdida y de acoger lo nuevo, que ese cierre que existe a nuestro alrededor pueda ser contagioso”.    

Frente a eso, y al preguntarse qué tipo de sistema tiene que ser hoy la vida religiosa, abierto o cerrado, invitó a “frecuentar el futuro, que es lo que dice el papa Francisco, enfrentar la pérdida y acoger lo nuevo, y esa es la porosidad que va a posibilitar la innovación, el nacimiento de los nuevo”.

Informarse para no ser manipulados

Para ello, señaló tres puntos que pueden frenar o generar esta nueva vida: aprender, belonging, y caer en la cuenta”, que son tres conceptos que este marista puso en valor para que la vida consagrada sea uno de esos organismos vivos capaces de adaptarse y sobrevivir. 

Para aprender, es clave la información que se genera”, pero quiso poner en guardia a los consagrados ante “la enorme manipulación que existe para beneficiar a los poderosos, lo que las nuevas tecnologías multiplican, por lo que es muy difícil saber lo que ocurre, pues nos desborda una información muchas veces manipulada”, señaló, poniendo el caso de Steve Bannon, exasesor de Donald Trump y actual gurú de los dirigentes del Vox. Frente a ello, propuso “buscar más información, no más distracciones, una información no como acumulación de datos que no sirven para nada, sino que pasen por la inteligencia y produzcan aprendizaje”.

En cuanto al belonging, que sería algo así como identidad o pertenencia, Turú aseguró “que un ser vivo toma la información del entorno y la pasa a través de su identidad, y se adapta al entorno en función de su propia identidad, pero cuando un ser vivo no hace esto, aparece el cáncer”.

Los riesgos del exceso de identidad

“Cuando la identidad es clara -continuó el marista-, el sistema se desarrolla, adapta y crea nuevas capacidades, pero cuando hay exceso de identidad puede ocurrir como en Estados Unidos, con el America first, o en Europa, como repite Salvini en Italia, que se fotografía con un rosario. Cuando sucede esto, se pierde el contacto con el mundo exterior, excepto para identificarlo como una amenaza”.

Para abundar en este peligro, el secretario general de la USG, con sede en Roma, puso el ejemplo del Vaticano: “Como pasa cuando se vive en la Curia, que es tan fácil montarse un sistema cerrado y trasladarte a otra época. En el Vaticano hay hasta murallas de más de seis metros. Y yo me pregunto: ¿qué información llega ahí? Pues a nuestras congregaciones les puede pasar lo mismo. Afortunadamente, el papa Francisco animó a una Iglesia en salida, no cerrada”

“Lo mismo podría suceder con las congregaciones y nuestras reglas, en vez de membranas abiertas, podrían convertirse en muros que nos separan, salvo que sean proféticas, como fidelidad a nuestras raíces, para ser fieles a nosotros mismos”, advirtió.

Islas de sentido

“Y en nuestros contextos, cuando hay exceso de identidad, es profético situar las cosas en su sitio y que nuestras comunidades, aunque vayamos en contra de a dónde va todo el mundo, pueden ser islas de sentido, proféticas, con un sentido de identidad ni demasiado rígido, que nos bloquea, ni demasiado abierto, donde en lugar de preservar tus valores, aceptas todos los imperantes, lo que no es tan profético”, argumentó.

Y en cuanto al caer en la cuenta, “la percepción, que no es pura, hay que estar atentos para ver lo que percibimos de nuestros entornos y que eso pueda generar vida”. Y Turú puso el ejemplo de la cumbre antiabusos celebrada la semana pasada en el Vaticano, en la que él participó, para recordar la intervención de la periodista Valentina Alazraki, “que habló de la transparencia, que es católica y que quiere a la Iglesia, pero que dio palos muy fuertes e indicaciones muy fuertes de cómo debe actuar la Iglesia ante este problema. Y sin embargo, lo que yo percibí fue un sí, pero…. Esto es disonancia cognitiva, y no nos sirve”, señaló.

“Si en lugar de esa reacción -continuó- diéramos paso a la curiosidad, a ser más humildes, nos preguntaríamos por qué esa periodista nos estaba diciendo eso, por qué la sociedad nos dice los que nos quiere decir; de ahí que tenemos que estar abiertos a los que nos llega, capaces de interactuar de manera libre, para que surja la imaginación profética”.

Turú concluyó su intervención, muy pedagógica, poniendo un ilustrativo ejemplo: “Hoy en Estados Unidos, en una decena de ciudades, religiosas de más de 90 años se encuentran con millennials, y dicen que es una oportunidad sin precedentes, que sienten a estos jóvenes como una nueva forma de vida religiosa, porque les interesa la espiritualidad, formar comunidades, comprometerse con el mundo y dar sentido a su vida. Y ahí están, encontrándose”…

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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