Francisco: “La Cuaresma es una llamada a detenerse y ayunar de lo superfluo”

  • El Papa ha presidido una eucaristía este miércoles de ceniza en la basílica de Santa Sabina all’Aventino de Roma
  • “Este es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades”, ha indicado

Francisco Cuaresma

“Necesitamos liberarnos de los tentáculos del consumismo y de las trampas del egoísmo, de querer cada vez más, de no estar nunca satisfechos, del corazón cerrado a las necesidades de los pobres”, ha dicho Francisco en su homilía durante la misa de inicio de la Cuaresma, celebrada hoy, 6 de marzo, en la basílica de Santa Sabina all’Aventino (Roma). “La Cuaresma se abre con un sonido estridente, el de una trompeta que no acaricia los oídos, sino que anuncia un ayuno”. “Es un sonido fuerte, que quiere ralentizar nuestra vida que siempre va a toda prisa, pero a menudo no sabe hacia dónde”, en definitiva, un tiempo que es una “llamada a detenerse, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae”.

“Es un despertador para el alma” cuyo sonido llama a la conversión, ya que “si tenemos que regresar, significa que nos hemos ido por otra parte”. Y es que la Cuaresma “es el tiempo para redescubrir la ruta de la vida”. Un camino en el que “como en todo viaje”, lo que realmente importa es “no perder de vista la meta”. Por eso, el Papa ha señalado que “cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en el camino de la vida, busco la ruta? ¿O me conformo con vivir el día, pensando solo en sentirme bien, en resolver algún problema y en divertirme un poco?”.

En este miércoles de ceniza, se ofrece este “signo que nos hace pensar en lo que tenemos en la mente”. Así, la “ligera capa de ceniza que recibiremos es para decirnos, con delicadeza y sinceridad” que de todas las cosas que “tienes en la mente, detrás de las que corres y te preocupas cada día, nada quedará”, ya que, por mucho que “te afanes”, lo cierto es que el ser humano no se lleva “ninguna riqueza” de esta vida.

Vivir para el fuego, no para las cenizas

“Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento”, ha añadido Francisco. Mientras, las personas estamos inmersas en una “cultura de la apariencia” que “nos lleva a vivir por las cosas que pasan”, pero que sin embargo “es un gran engaño”, ya que es similar a “una llamarada” de la que, una vez terminada, “quedan solo las cenizas”. Por eso, Jorge Mario Bergoglio ha subrayado que la Cuaresma es “volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, no para las cenizas que se apagan de inmediato”, es decir, “por Dios, no por el mundo; por la eternidad del cielo, no por el engaño de la tierra; por la libertad de los hijos, no por la esclavitud de las cosas”.

“En este viaje de regreso a lo esencial”, la limosna, la oración y el ayuno son los tres pasos que “devuelven” a los cristianos “a las tres únicas realidades que no pasan”. Es decir, “la oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; y el ayuno con nosotros mismos”. Y es que Dios, los hermanos y la propia vida son las tres realidades “que no acaban en la nada y en las que debemos invertir”.

Liberar el corazón de vanidades

Francisco ha recordado a los presentes que el corazón “es como una brújula en busca de orientación”, o como “un imán que necesita adherirse a algo”. Pero, si solo se une a las cosas terrenales “se convierte, antes o después, en esclavo de ellas”. Sin embargo, si se adhiere “a lo que no pasa”, las personas pueden “encontrarse a si mismas y ser libres”. Por eso, la Cuaresma “es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades”.

Para finalizar, el Papa ha recordado que “Jesús en la cruz es la brújula de la vida, que nos orienta al cielo”, ya que su desprendimiento por amor “nos muestra la necesidad de una vida más sencilla, libre de tantas preocupaciones por las cosas” y enseña una “renuncia llena de valentía”.

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