“Trabajadoras de primera clase, no de cuarta”. Así manifiesta a Vida Nueva Laura Guillén, Sierva de San José, lo que desde la congregación buscan que sean las trabajadoras del hogar, hoy por hoy, un colectivo especialmente vulnerable a los abusos y excesos en el ámbito laboral. Se ha ido, poco a poco, “trabajando con ellas, porque queremos que parta de ellas mismas el hecho de que esta realidad se transforme”. Por eso, se ha creado una red nacional de trabajadoras del hogar que se presentará el próximo 30 de marzo, “para que todas, juntas, podamos exigirle al Gobierno un cambio”.
“Tengo la suerte de que me encuentro con mujeres lideresas”, añade Guillén, ya que “hay un grupo de mujeres inmigrantes que, al haber tenido que salir de sus países, son auténticas referentes, muy concienciadas con que son ellas las que tienen que transformar su realidad”. Así, la principal propuesta que se hace desde la congregación es cambiar la Ley de Extranjería: “Nosotras solicitamos unas políticas públicas para que la injusticia no recaiga sobre estas personas”.
Guillén es Sierva de San José desde hace más de 25 años. Más de dos décadas en las que ha sido testigo del cambio social y de una cada vez mayor incorporación de la mujer al mundo laboral. Pero lo ha hecho, a la luz del carisma de su congregación, a través de los ojos de un colectivo especialmente vulnerable: la mujer trabajadora pobre. Más concretamente, las empleadas del hogar. Porque tener trabajo no es siempre garantía de vivir de manera digna y segura. “Mi día a día es estar al lado de las mujeres en contextos de exclusión y que han tenido pocas oportunidades”. Está a su lado, acompañándolas, pero subraya que “son ellas las que tienen que avanzar”. Por eso, su labor se centra en asesorarlas, escucharlas, crear procesos e itinerarios de integración laboral, convencida de que el trabajo “es una de las facetas más importantes para ayudar a transformar y salir adelante a quienes lo tienen muy complicado en la vida”.
Santa Bonifacia, fundadora de la congregación y mujer trabajadora, inició su andadura en los talleres con mujeres, “ya que quería que las chicas que llegaban del campo a la ciudad lo hicieran en las mejores condiciones, que no se abusara de ellas”. Guillén acaba de llegar a Málaga después de 22 años en el polígono de la Cartuja, en Granada. Una realidad “muy dura”, como ella misma reconoce, pero ante la que considera haber tenido “mucha suerte”, porque siempre ha estado “en lugares muy de frontera”. Ahora mismo se encuentra “conociendo esta realidad”, porque “no se puede llegar a ninguna parte con ideas preconcebidas”, por lo que hay que “ver, escuchar, patearse el barrio y, desde ahí, intentar acompañar”.
Sin embargo, las realidades de las empleadas del hogar suelen ser similares. Antes de Granada estuvo en Badajoz, donde descubrió que la mujer empleada del hogar era uno de los colectivos más necesitados “por las injusticias que se cometen hacia ellas”. Y lo descubrió siendo una más: “He sido trabajadora del hogar, y esto me permitió comprobar por mí misma lo que me contaban las chicas a las que por la tarde les daba clase”. A partir de ahí, uno de los logros más importantes fue poner en marcha la Red de Trabajadoras del Hogar de Badajoz.