Romper, desde la espiritualidad, los roles establecidos entre hombres y mujeres. Definir la experiencia mística de ellas, “que no es solo una y no está dicha por otros, sino por nosotras, y es motor de cambios”. Así definió Silvia Martínez Cano el objetivo del libro ‘Mujeres, espiritualidad y liderazgo. De la mística a la acción’ (San Pablo) durante la presentación del mismo en Madrid durante la tarde de ayer.
Una obra que se gestó en el XXI Congreso de Mujeres y Teología de Granada, cuya presentación no es casualidad que tuviera lugar la víspera del 8 de marzo, ya que el feminismo está creando un nuevo paradigma y “las mujeres y sus propuestas espirituales están contribuyendo a ese cambio”.
“La mística cotidiana no es pasiva”, señaló Martínez, sino que “está enraizada en Dios” y, por eso, la reflexión teológica feminista es una “construcción conjunta del conocimiento teológico”, entre hombres y mujeres y, como tal “justo lo que la sociedad nos está pidiendo”. “El camino de la espiritualidad hoy se presenta más libre de lo que lo tuvieron nuestras madres en la fe”, añadió Isabel Gómez-Acebo, teóloga, si bien aun es necesario seguir profundizando en un camino que, como se refleja en el libro, “las mujeres vemos como compartido”.
Los feminismos, porque esta corriente no es una sola, llega a todos los ámbitos de la vida. “A las mujeres nos preocupa el mundo en el que vivimos ya que vemos en su sufrimiento un reflejo del nuestro”, apostilló Gómez-Acebo. “No me parece casual que el movimiento feminista con las mujeres alzando su voz por los esclavos”, continuó, “esto ha enseñado a las mujeres a luchar y a no quedarse calladas”.
“Las mujeres han sido siempre sinónimo de caridad”, apuntó Gómez-Acebo, pero esto ha tenido consecuencias a lo largo de la historia. “Las beguinas salieron a la calle a ayudar, a predicar a las mujeres, pero las encerraron, igual que a Mary Ward, que pagó por la cárcel, y a las ursulinas”.
Pero esto no es solo una cuestión histórica, ya que incluso hoy “a la Iglesia se les hace todavía muy cuesta arriba que la espiritualidad feminista reclame además otros papeles para las mujeres dentro de la institución”. Sin embargo, la esperanza de estas teólogas no es otra que “como toda sociedad tiene personas a las que servir y profetizar”, se de estos papeles “a quienes lo merezcan, sin discriminar a nadie”, atendiendo así a la vocación, no al género.
Por su parte, Maria Luisa Paret, coautora del libro, reconoció que es consciente de que “como teólogas y feministas nos toca reconstruir y rehacer aquello que nos han enseñado fatal” en muchos aspectos presentes en la sociedad y en la religión, pero sobre todo en la liturgia. “A estas alturas después del Vaticano II hay cosas que se podrían decir de otra manera, porque parece que siguen diciéndose como en tiempos del Concilio de Trento”, subrayó.
“Todos hemos tenido experiencias de liturgias completamente horribles”, añadió Paret, y es por eso que las teólogas feministas hablan de la búsqueda de “otros espacios donde poner en común las intuiciones, las certezas, las dudas, sin sentirse rechazada ni relegada por ser de una forma u otra”. En la misma línea, Gómez-Acebo subrayó que “el empoderamiento desde la experiencia mística es un acto político”.
El feminismo también hace un llamamiento a “nunca más la pasividad y la mudez que nos impone la institución eclesiástica, a recuperar el cuerpo como cauce para la oración, acudir a textos de otras confesiones” y, sobre todo, recordar a las mujeres “que hicieron posible el reino de Dios”.
“Las mujeres medievales empleaban el cuerpo en su relación con Dios, dejando atrás la dualidad de cuerpo y espíritu”, explicó Gómez-Acebo, “hablaban de que Dios las besaba, las abrazaba”, y señaló una figura, la de María, cuya espiritualidad “ha sido falseada por la historia presentándola como una mujer silente, cuando en realidad dice muchas más cosas que muchos apóstoles, que no dicen ni mu”. “La experiencia de la sexualidad no niega ni contradice la espiritualidad”, apuntó Pilar Yuste, “pero durante siglos se ha negado y encarcelado esta parte fundamental de nuestro ser”.