América

Marita Bosch, la vagabunda de Dios en la Amazonía

  • Esta laica puertorriqueña, miembro del Equipo Itinerante que fundó el jesuita Claudio Perani, recorre ríos y selvas para acompañar a las comunidades indígenas
  • “El Sínodo sobre la Región Panamazónica supone un cambio de perspectiva en la Iglesia”, señala esta activista por los derechos humanos





“Andad por la Amazonía, escuchad lo que el pueblo habla, compartid vuestra vida con ellos, registrad lo que dicen en su propia lengua y, desde ahí, actuad a su favor. No os preocupéis por los resultados. El Espíritu irá mostrando el camino. Y comenzad por donde podáis”. Esta es la base de la “itinerancia profética”, puesta en marcha en Brasil en 1998 por el jesuita italiano Claudio Perani, de quien muchos dicen que anticipó para esa región la Iglesia que el papa Francisco trae bajo el brazo.

Marita Bosch, una puertorriqueña de 44 años, desde una honda espiritualidad ignaciana, se enganchó a esa intuición y hoy recorre, como una vagabunda, la Amazonía para estar en medio de los más necesitados y acompañar, desde la coherencia evangélica, su vida. Ni más ni menos. Ahora la encontramos en Jaén, en el Departamento peruano de Cajamarca, donde participa en una escuela de formación de líderes para la promoción de los derechos humanos en la zona, auspiciada por Cáritas Española, en colaboración con la REPAM. Ligera de equipaje, porque para su misión, todo lo que necesita lo lleva en el corazón.

En las heridas abiertas de las fronteras

PREGUNTA.- ¿Cómo surge Equipo Itinerante?

RESPUESTA.- Fue una intuición del jesuita Claudio Perani, quien, ante la necesidad a nivel eclesial que había en las comunidades indígenas y ribereñas de la Amazonía, con escasez de sacerdotes y religiosos par atenderlas, y también por las grandes distancias que recorrer para estar cerca de ellas, puso en marcha esta iniciativa desde Manaos, en Brasil.

P.- ¿Cuántas personas forman el Equipo?

R.- Al principio había una veintena, casi todo jesuitas, aunque luego se fueron fueron sumando otros religiosos y laicos. Hoy estamos presentes con una casa de apoyo en Manaos y otra casa de apoyo en la triple frontera entre Brasil, Perú y Bolivia. En Manaos estamos tres laicas, dos brasileñas, yo, y dos laicos que trabajan en los barrios más deprimidos. En la frontera están una religiosa y un religioso, porque allí están las heridas están más abiertas, también los conflictos entre los países, y en esas realidades, los problemas, los desafíos y las soluciones se entrelazan.

P.- ¿Cuál es su función?

R.- El Equipo tiene diferentes servicios, pero lo primero es ir a visitar, a veces invitados por las mismas comunidades. Claro, uno mira el mapa de la Amazonía y es inmenso. Los que ya llevan veinte años, nos cuentan que cuando veían la inmensidad del territorio se preguntaban “¿y por dónde empiezo?”. “Ustedes váyanse por dos meses, regresen y me cuentan, para ver qué hacemos”, les decía Claudio. Hoy, las comunidades ya conocen al Equipo Itinerante.

Estar con la gente en su día a día

P.- ¿Y qué hacen cuando ya llegan a esas comunidades?

R.- Vamos a escuchar, que no es tener una simple charla, sino que el escuchar es también ir a plantar con ellos, a pescar, a estar en su día a día, y ese día a día es estar sentadas en la cocina con las mujeres cuando están cocinando, que es cuando les van saliendo cosas en esos momentos, que son sus verdaderas inquietudes. Y así, por ejemplo, podemos organizar un taller de salud para la realidad en la que se mueven, abordar la demarcación de sus tierras que, por no tener información, no saben cómo hacer los procesos…

Y otras veces no toca estar ahí, en medio de ellos, y desde ese escuchar, y sin poder dar un apoyo concreto, sí ir tejiendo redes, enlaces con otros grupos y organizaciones que sí se lo puedan brindar. Porque nuestras visitas sirven también para ayudar a visibilizar en las organizaciones toda esta problemática. Por ejemplo, ahora, de cara al Sínodo sobre la Región Panamázonica, nuestra labor está siendo la de recoger las vivencias y demandas de muchas comunidades, después de haber convivido con ellas.

Víctimas de la trata

P.- Van a escuchar y compartir. ¿Y qué les cuentan las comunidades?

R.- Desde las cosas más sencillas a las más profundas y complejas. Estos días me acordaba de una comunidad en donde una señora me decía que había perdido las ganas de cantar porque ya no se hablaba en su lengua materna. Pues desde esa pérdida de cosas que son importantes para las comunidades, hasta los conflictos que hay con las empresas que explotan la Amazonía, con toda las consecuencias, también para la salud, con conlleva.

Su día a día no es sencillo y nos piden poder buscar soluciones a lo que están viviendo. Por ejemplo, con la llegada de empresas, los hombres demandan prostitución y, para ello, se van a las comunidades a buscar mujeres. En la frontera se da la trata de personas y hay familias que tienen hijas que la sufren y tratamos de ayudarlas.

P.- Mencionaba la próxima asamblea sinodal, que se celebrará en Roma en octubre. ¿Qué esperan en la Amazonía de ella?

R.- Nunca va cambiar todo, pero por lo menos que abra un camino. El hecho de que sea el Papa quien esté dando este espacio a la Amazonía ya es muy importante. Es cierto que una de las cosas que se cuestionaba al principio era que por qué tenía que celebrarse un sínodo sobre nosotros en Roma y no aquí. Luego se ha visto la importancia de que esa reflexión no se quedase solo aquí, sino que la cuestión de la Amazonía se pudiese visibilizar en Roma tendría un mayor impacto y ayudaría ver cómo es la situación y cómo es la Iglesia que se va construyendo en esta parte del mundo.

Jóvenes indígenas en su encuentro con el papa Francisco en Puerto Maldonado

Como decía Francisco cuando estuvo en la Amazonía, el Sínodo ya comenzó. Esto ya es un cambio de perspectiva, lo mismo que su mera presencia en Puerto Maldonado, durante su viaje a Perú, su manera de acercarse a los pueblos indígenas, de escuchar, las denuncias que hizo… Todo eso ya nos dio la pauta de por dónde el Iglesia debería de ir.

P.- Usted que va itinerando, ¿qué imagen ve que ha quedado en las comunidades indígenas del Papa de Roma perdido en un lugar tan lejano y extraño, para la mayoría, como la Amazonía?

R.- Estuve en Puerto Maldonado hace unos meses visitando a unas muchachas indígenas que estaban en un internado –que eso ya es algo extraño ahora, aunque todavía existe–, y eran algunas de las que habían participado, en el Coliseo, en un baile en honor al Papa. Y me contaban: “Francisco nos ha dicho que nosotros éramos las estrellitas que brillábamos en la Amazonía”. Y ellas lo vivieron así, como si el Papa fuera una persona cercana, de su círculo, y valoran muchísimo que haya venido desde tan lejos para encontrarse con ellas. Sintieron su presencia.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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