‘Tetralogía de la ejemplaridad’ (Ramdom House) culmina el plan literario de uno de nuestros más punteros filósofos y director de la Fundación Juan March, al tiempo que establece los fundamentos de una teoría general de la ejemplaridad, con su parte pragmática y su parte metafísica, poniendo los cimientos filosóficos sobre los que descansan los siguiente títulos: ‘Imitación y experiencia’, ‘Aquiles en el gineceo’, ‘Ejemplaridad pública’ y ‘Necesario pero imposible’.
PREGUNTA.- ¿Cuál fue el detonante de la tetralogía?
RESPUESTA.- Fue una intuición muy poderosa sobre la ejemplaridad como verdad y como ideal. Ni siquiera era estrictamente filosófica: se parecía a una visión del mundo que admitía muchas formas de exponerla. Una visión muy temprana pero que exigió muchos años de maduración. De hecho, la escritura se liberó cuando decidí que no lo contaría en un solo libro, como era mi plan inicial, sino en cuatro.
P.- ¿Nuestros gobernantes son ejemplares?
R.- Los gobernantes deberían ser buenos profesionales de lo suyo, la gestión pública. Pero antes incluso de ser buenos profesionales, deberían ser ciudadanos decentes, conscientes de la dignidad suya y ajena y promover una política conforme con dicha dignidad. Se podría definir la política como la organización de la decencia.
P.- ¿Una vida ejemplar puede lograrse aligerando nuestro equipaje?
R.- Una vida ejemplar es la que deja a los que sobreviven una imagen luminosa, una invitación a una vida digna y bella. Y para completar esa imagen, sobran muchas de las cosas que mientras vivimos a veces nos parecen imprescindibles. En esos momentos me acuerdo de mi padre, quien, cuando entraba en una gran superficies, solía exclamar en un tono cómicamente solemne: “¡Cuán grande es el número de cosas que no necesito!”.
P.- El lugar de la filosofía en la formación de los jóvenes se ve amenazada, ¿qué nos aporta la disciplina que le ocupa?
R.- El filósofo de hoy suministra el vocabulario y la semántica que servirán para construir las interpretaciones del futuro. En su mano está moldear la visión del ser y el ideal moral de las generaciones venideras a fin de que su vida sea mejor y más propicia a la convivencia. ¿Cabe imaginar una responsabilidad superior a esta? Cuando a veces me preguntan para qué sirve la filosofía, como si su mismo estatus estuviera cuestionado por los apremios de esa clase de necesidades serias que satisface el dinero, suelo responder invirtiendo los términos. Lo único verdaderamente importante es la filosofía. Porque el dinero satisface los deseos humanos pero es la filosofía la que los moldea.