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Sergio Rojas, otro mártir de Laudato si’

  • Hasta 183 entidades denuncian que el líder indígena costarricense ha sido “asesinado por el Estado”
  • El comunicado es apoyado por varias comunidades cristianas, denunciando también el caso la ONU
  • El provincial de los claretianos en Centroamérica pide que su sangre sea “semilla” de nuevos líderes





En muchos países, defender una causa supone ponerte una diana en la cara y exponer tu propio cuerpo a las fauces de los lobos que quieren devastar todo un territorio. Eso lo sufren especialmente en África y en América Latina los líderes indígenas que se oponen a los proyectos de rapiña de multinacionales que, aliadas con los respectivos gobiernos locales, pretenden expulsarles de las tierras a las que sus pueblos pertenecen desde tiempos ancestrales, manteniendo, además, una relación de amor y vida con su entorno natural.

Según ha denunciado Front Line Defenders, el precio más alto, el de la propia vida, lo pagaron los 321 líderes sociales que fueron asesinados en 2018. De todos los crímenes, el 75% se dieron en América Latina, liderando tan triste ranking Colombia (con 126 activistas por los derechos humanos asesinados) y México (con 48 víctimas).

Hasta 15 tiros a sangre fría

Costa Rica no era ajena a este fenómeno, pero, tras el 18 de marzo, todos los focos están en ella. Y es que ese día, en Salitre, en la región de Buenos Aires de Puntarenas, fue asesinado (ni más ni menos que con 15 balazos) Sergio Rojas Ortiz, líder indígena bribri y fundador y coordinador del Frente Nacional de Pueblos Indígenas (FRENAPI). La conmoción fue tal que, en solo unas horas, se publicó un comunicado de condena firmado por 183 entidades sociales (incluidos partidos, sindicatos y medios de comunicación) de todo el continente y que, directamente, se titula así: “El Estado costarricense asesinó a Sergio Rojas Ortiz”.

El mensaje, firmado por comunidades eclesiales como Pastoral Indígena de Costa Rica, Comunidades Cristianas Costarricenses, la Escuela Ecuméncia de Ciencias de la Religión, la Universidad de La Salle o los Claretianos de América, se inicia lamentando que “el asesinato de Sergio Rojas Ortiz es un crimen político cuyo responsable es el Estado costarricense”. “La inacción –profundizan–, la desidia, la negligencia y la incompetencia de este y de los gobiernos anteriores para resolver la usurpación de los territorios indígenas, y de las autoridades judiciales y policiales de Buenos Aires de Osa, para asegurar la integridad de Sergio y de muchas más personas indígenas, llevaron a su asesinato”.

Luchó con “medios legales y pacíficos”

Las entidades sociales señalan cómo, pese a luchar “por los derechos de su pueblo por medios legales y pacíficos”, Sergio fue asesinado en su propia casa, en la comunidad Yeri, por unos asaltantes que lo atacaron a sangre fría. Además de en FRENAPI, el activista también fue miembro del Concejo Ditsö Iriria Ajkonük Wakpa y de Defensores de la Madre Tierra. Como “autoridad bribri” y un profundo “conocedor del derecho indígena nacional e internacional y consuetudinario”, siempre dio la cara por su pueblo. Lo que le valió una vida en el alambre: “El Estado costarricense estaba perfectamente enterado de las acciones de usurpación de los territorios indígenas y otros actos de asedio, persecución, amenazas y atentados directos contra Sergio y muchos más indígenas”.

En estos últimos años, ha habido “varios intentos de homicidio” contra el líder bribri y “atentados contra muchos otros indígenas de Salitre y otros territorios indígenas de la zona sur, que sufrieron lesiones leves y graves por ataques con armas de fuego y arma blanca, quema de viviendas y agresiones físicas”. “Ante todos esos casos –señalan–, el Estado costarricense nunca aplicó protocolos de prevención de la violencia y mantuvo una actitud que sigue propiciando la indefensión y la impunidad. En ninguno de esos casos, los agresores fueron condenados”.

Atentados y cárcel

Pero no solo es que no se le protegiera. Es que, desde las autoridades locales, se le apuntó con saña: “Sergio fue declarado ‘non grato’ por la Municipalidad de Buenos Aires el 11 de agosto de
2012. Ese 9 de septiembre, en una reunión en la Escuela Rogelio Fernández Güell, de Buenos Aires centro, se dijo de manera pública que ‘hay que acabar con la vida de Sergio
Rojas’, incluso en presencia de al menos dos diputados”. Solo ocho días después, sufrió “un atentado en el que le dispararon en seis ocasiones”. Entonces se salvó, pero no pudo escapar de la cárcel. Y es que, “sin ninguna acusación formal” en su contra, ingresó en prisión el 6 de noviembre de 2014 y allí permaneció durante siete meses. Salió sin cargos.

En 2015, ante “la gravedad de la situación” y con el fin de “garantizar la vida e integridad personal de los miembros del pueblo indígena Teribe de Térraba y Bribri de Salitre”, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictaminó una medida cautelar para su protección. Al año siguiente, el 28 de diciembre, el Observatorio de Derechos Humanos y Autonomía Indígena (ODAIN), en una misión en el país para evaluar la situación, denunció que “el Gobierno de Costa Rica no ha dado muestra de soluciones efectivas, ni demostrado ninguna voluntad política por resolver estos problemas”, no implementando ninguna medida cautelar de protección.

El pasado 24 de agosto, “varias organizaciones indígenas de la zona sur”, encabezadas por Sergio Rojas, “entregaron documentos sobre estas quejas a la SubComisión de Acceso a la Justicia para los Pueblos Indígenas”. Simbólicamente, este mismo 18 de marzo, apenas unas horas antes de su asesinato, “Sergio bajó desde Olán de Salitre hasta la Fiscalía de Buenos Aires para acompañar a otros indígenas recuperadores de territorios que denunciaban nuevas amenazas y balaceras en su contra”.

Fue su último servicio a los suyos. Como Berta Cáceres para los índígenas de Honduras, Sergio Rojas es ya otro mártir de la Laudato si’.

Su sangre como “semilla”

El clamor por el asesinato de Sergio Rojas se ha extendido por el mundo entero. La misma Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha emitido un comunicado en el que urgen “a las autoridades a tomar acciones inmediatas para investigar, juzgar y sancionar a las personas responsables de su muerte”, así como “la protección de todos los defensores indígenas de Costa Rica”.

Ismael Montero, superior de los claretianos en la Provincia de Centroamérica, ha enviado un mensaje a Vida Nueva ciertamente interpelante: “Pedimos solidaridad con el pueblo indígena. Que la sangre derramada por Sergio nos comprometa y sea semilla de nuevos y grandes líderes de la justicia social en estos tiempos”.

Además, el claretiano comparte con nosotros un poema del mismo Sergio Rojas en el que se aprecia su fuerte espiritualidad, ligada a la naturaleza: “Oh, Madre Tierra. / Tú que eres la morada de los espíritus, / de mis antepasados y del espíritu divino / de nuestro padre Sibö Dios. /  No permitas que los hombres y mujeres / que luchan por tu protección y cuidado sean destruidos; / y que tu vida de paz y armonía sea para siempre”.

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