Desde que comenzara el 4 de marzo, el ciclón Idai está haciendo estragos en Zimbabue, Malawi y, sobre todo, Mozambique, donde ya se registran al menos 500 muertos y hay zonas absolutaente devastadas.
Contactado por Vida Nueva, el misionero español Francisco Lerma Martínez, obispo de Gurúè, describe el panorama como “un desastre nacional de efectos y consecuencias inimaginables”. Un claro ejemplo, describe el misionero de la Consolata, es el que se vive “en la ciudad de Beira, destruída entre un 80-90% de sus estructuras. Desde los primeros momentos del ciclón, el 14 de marzo, la ciudad se encuentra sin energía eléctrica, sin agua, sin casas, sin comida, sin hospital, sin comunicaciones…”.
“Los muertos –añade Lerma– se cuentan ya por centenares, pero, cuando se tengan informaciones más completas, sin duda que superarán los más de mil, según cálculos oficiales. Muchos quedaron perdidos en el fango, debajo de los escombros. A otros el agua se los ha llevado al mar”. En cuanto a los heridos y los desaparecidos, “no se pueden contar por ahora”.
A nivel personal, el prelado se encuentra muy preocupado por la situación de su predecesor, Manuel Changuira Machado, obispo emérito de Gurúè: “El ciclón le ha cogido en Beira, su tierra natal, en el Distrito de Dondo. Se encontraba allí dos días antes de la tragedia, visitando a sus familiares. Estamos organizando para ver si puede volver a Gurúè cuanto antes mejor. Pero las comunicaciones son muy difíciles”.
“Las ciudades de Tete y Chimoio –añade– también se encuentran en una situación de emergencia muy grave”. Por suerte, en otros lugares la situación es más llevadera: “En la provincia de Zambézia, el ciclón apenas ha causado desastres en el distrito que limita, al sur, con la provincia de Sofala, en Beira”.
“En la zona que comprende los distritos de nuestra diócesis –abunda Lerma– no se ha sentido directamente el ciclón, pero sí las continuas, persistentes y fuertes lluvias, con un calor aticiclónico muy intenso. Algunas parroquias y distritos se encuentran aislados por la destrucción de carreteras y puentes, habiendo caminos intransitables. Ahora mismo, hay parroquias como de Namarrói, donde trabajan las religiosas de Cristo Crucificado de Múrci, la de Santa Cruz de Mulumbo y las tres de Pebane, Naburi y Mualama, que están aisladas, incomunicadas por carretera y sin conexión telefónica. En Lioma hemos conocido la destrucción de varias casas. En una de ellas, han muerto una señora y su hija pequeña que se encontraban dentro en el momento de la destrucción”.
“En todo el país –concluye el pastor– hemos tenido luto nacional durante tres días. Cáritas Nacional y nuestra diócesis se han unido a toda la sociedad civil y al Gobierno en su llamada a la ayuda generosa de todos en favor de las víctimas directas”.
Lerma se despide con esta cita del Evangelio: “Para consolar a todos los que lloran” (Is 61,2).
Esta revista también ha podido contactar con la comunidad de los somascos en Beira. Al igual que ha ocurrido en la ciudad, también ellos lo han perdido prácticamente todo: “Nuestro orfanato, escuela profesional y un local que llamamos Mateo 25, han sido destruidos en un 90%”.