El papa Francisco visitó este martes, 26 de marzo, el Campidoglio, donde tiene su sede el Ayuntamiento de Roma. Después de mantener un encuentro privado con la alcaldesa, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas (M5E), el Pontífice dedicó un discurso a los trabajadores municipales en el que presentó a esta ciudad con 2.800 años de historia como una “bisagra”.
“Es un polo de atracción y una bisagra entre el norte del continente y el mundo mediterráneo, entre la civilización latina y la germánica, entre las prerrogativas y las potestades reservadas a los poderes civiles y las propias del poder espiritual”, comentó Jorge Mario Bergoglio, subrayando que fue precisamente en Roma donde surgió por primera vez la “oportuna distinción” entre la autoridad civil y la religiosa siguiendo un principio de “recíproco respeto” y mutua cooperación “para el bien de todos”.
La memoria de la Ciudad Eterna obliga en cierta manera a que el poder temporal y el espiritual “dialoguen constantemente” y establezcan una “colaboración estable”, dijo el Papa. Puso al principio de su discurso un claro ejemplo: el trabajo en equipo desarrollado para celebrar el Año de la Misericordia, clausurado a finales de 2016, así como otros destacados eventos eclesiales.
La administración de los asuntos de Roma, le recordó Francisco a Raggi, muy criticada por el estado de abandono en que se encuentra la capital italiana, también exige una “creatividad” especial para poder afrontar “los numerosos problemas que la gestión de una herencia tan inmensa lleva necesariamente consigo”.
La urbe, destacó Bergoglio, es un “organismo delicado que necesita un cuidado humilde y asiduo y una valentía creativa para mantenerse ordenado y vivible, para que tanto esplendor no se degrade”.
Después de la advertencia vino un guiño del Pontífice a una de las demandas más repetidas por la alcaldesa: contar con más fondos económicos para mejorar los servicios y mantenimiento de la ciudad. Bergoglio pidió una “adecuada dotación de recursos” para Roma así como “instrumentos normativos apropiados”.
A continuación destacó el Papa la importancia de que la capital italiana se mantenga “a la altura de sus obligaciones y de la historia”, de manera que sepa seguir siendo “faro de civilización y maestra de la acogida” también en las cambiantes circunstancias de hoy en día. En particular, Francisco pidió a Roma que abra sus puertas a los migrantes que “huyen de la guerra y de la miseria” para que sea una “ciudad de puentes, nunca de muros”.
Raggi, por su parte, destacó en su intervención el carácter de Roma como “ciudad abierta, ciudad del multilateralismo y del multiculturalismo” y agradeció la labor de miles de voluntarios, muchos de ellos miembros de asociaciones religiosas, en la atención a los más débiles.