“Siempre odió este tipo de actitudes. Jamás lo permitió. Se hacía llamar padre Jorge para que nadie le dijera monseñor o cardenal. Está harto de que no entiendan que su Iglesia es servicio, nada más y nada menos”. Así responde una persona de su entorno de Buenos Aires al ser preguntada por Vida Nueva sobre por qué el Papa no permite que le besen el anillo.
En su visita al Santuario de Loreto ayer, 25 de marzo, el Papa protagonizó unas imágenes que están dando la vuelta al mundo (1:01:18), donde parece descortés por impedir que varias personas le besen el anillo. Sin embargo, la realidad es que Francisco lo interpreta como un gesto de sumisión y él no porta el anillo como signo de autoridad, sino como señal de servicio a Dios.
Erradicar los gestos jerárquicos
Nada tienen que ver estos besos reverenciales con los litúrgicos. Y parece que el Papa quiere erradicar de la Iglesia de una vez por todas estos gestos jerárquicos, propios de un clericalismo que representa uno de los caballos de batalla de su pontificado, y que expresan poder para con un rebaño que lo que necesita es un pastor.
La ‘adoratio’ con su persona no es necesaria para el actual Sucesor de Pedro, quien porta un anillo que ni siquiera es el del pescador, ya que habitualmente lleva aquel de cuando era cardenal arzobispo de Buenos Aires.
No es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio evita que besen su mano. Ya el ex presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, durante la visita del Papa al país el pasado año, fue objeto de tres negativas por parte de Francisco a besar su anillo.
La genuflexión choca con la humildad que prodiga y con la que vive Jorge Mario Bergoglio. Y es que la obediencia se expresa de otra forma, siguiendo los preceptos del Sucesor de Pedro: una Iglesia pobre para los pobres.