El próximo 18 de mayo, la Plaza de Toros de Vistalegre, en Madrid, albergará una gran fiesta de la fe en torno a la figura de Guadalupe Ortiz de Landázuri, la primera laica del Opus Dei que subirá a los altares, en una ceremonia presidida por Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Ortiz de Landázuri sigue así el rastro del impulsor de la Obra, Josemaría Escrivá de Balaguer, canonizado en 2002, y de su sucesor al frente de la comunidad, Álvaro del Portillo, beatificado en 2014. Por eso mismo, como se ha puesto de manifiesto en la presentación a los medios de los actos previstos para la beatificación, en la mañana de este jueves 28 de marzo en la sede madrileña del Opus Dei, la “novedad” es que “no estamos ante un personaje reconocido y universal”, sino “ante una madrileña, de Malasaña, que interpela a muchos, fuera de España, precisamente por su condición de laica y de mujer corriente, lo que se ejemplifica en el hecho de que hay muy pocas imágenes de ella”.
Así lo ha explicado Mónica Herrero, miembro del Comité Internacional que, desde la sede del Opus Dei en Roma, coordina todo lo relativo a la comunicación sobre la beatificacion. De hecho, ha reivindicado para esta laica “la condición de ‘santa de la puerta de la lado’ a la que tanto llama el papa Francisco, en consonancia con Juan Pablo II, quien definió a Escrivá de Balaguer, en su canonización, como un ‘santo de lo ordinario’”.
El sacerdote José Carlos Martín de la Hoz, postulador diocesano de la causa, ha destacado “cómo esta mujer se santificó en su trabajo, como profesora de Química, viviéndolo como un espacio de encuentro con la intimidad de Jesús y contagiando luego de su entusiasmo a sus alumnas”. Una vocación que fue más allá y que, a nivel de fe, “vivió en el Opus Dei, donde, siguiendo siempre la llamada de Escrivá de Balaguer, le llevó a implantar la Obra en Bilbao y, posteriormente, en México, donde fue sin dudarlo, acompañada únicamente por otras dos mujeres”. “Y todo –ha recalcado Mónica Herrero– en un tiempo en el que una mujer no podía abrir una cuenta corriente”.
Guadalupe Ortiz de Landázuri nació en Madrid el 12 de diciembre de 1916 y murió en Pamplona el 16 de julio de 1975, víctima de una dolencia cardiaca. Cuando solo tenía 11 años, toda la familia se trasladó hasta Tetuán, en Marruecos, donde su padre, militar, fue trasladado tras unos años en Segovia. Volvería a Madrid en 1932, entrando un año después en la Universidad Central para estudiar la licenciatura de Química… Todo ello en un contexto en el que la presencia de la mujer en la universidad era algo excepcional (compartió promoción con apenas otras cuatro chicas).
En 1936, con el estallido de la Guerra Civil, todo se truncó para ellos. Su padre, Manuel Ortiz de Landázuri, fue encarcelado en la Modelo y condenado a muerte. Su hermano Eduardo consiguió un indulto para él, pero no pudo lograr lo mismo para los soldados que estaban a su mando. En un acto de gran generosidad, don Manuel renunció al salvoconducto y quiso morir junto a sus hombres. Guadalupe, junto a su madre y sus hermanos, pudo pasar con él la noche previa en su celda. Un episodio que marcaría para siempre su vida.
Aunque, tal vez, el hecho central de sus existencia llegaría en 1944, cuando conoció a Escrivá de Balaguer. Un encuentro que, como ella misma aseguraría, hizo que “se me cayeran las escamas de los ojos”. Desde entonces, ingresó en el Opus Dei y viviría, en distintas fases de su vida, en México, Italia y España, siempre conciliando su trabajo como química (donde llegaría a doctorarse, gracias a la colaboración con Piedad de la Cierva, con una tesis en la que demostró cómo se podía obtener energía a través de la cascarilla del arroz) con el trabajo solidario y formativo de jóvenes estudiantes, en distintas residencias del Opus.
Como ha defendido Martín de la Hoz, “aquí se encuentra buena parte de su mérito: allí donde estuvo, sacó lo mejor de todos los que la rodeaban y había mucho movimiento, poniéndose en marcha todo tipo de iniciativas en favor de los más desfavorecidos. Eso, y su alegría incontenible y buen humor, son las principales características cuando hablamos de un santo de la puerta de al lado. Es una persona que contagia y que confía en Dios y en los demás, consiguiendo que estos confíen igualmente en Dios”.
En este sentido, “su epistolario con Escrivá de Balaguer, del que fue una de sus grandes colaboradoras y al que llegó a enviar hasta 350 cartas (la última, cuatro días antes de la muerte del fundador de la Obra), nos la muestran tal y como fue, pues en esas misivas abre su alma”. Lo principal de esas cartas, por cierto, conforman el libro ‘Letras a un santo’, elaborado para la ocasión por la Oficina de Comunicación del Opus Dei junto a ‘La libertad de amar’, una biografía escrita por Cristina Abad Cadenas y editada por Palabra.
A través de la web creada cubrir todo lo relativo a la beatificación, se ofrecen todo tipo de servicios para que, quienes quieran participar de esta fiesta, puedan hacerlo desde cualquier lugar del mundo. Así, hay un espacio para “peregrinos virtuales”, en el que cualquiera, desde su casa, puede vivir la experiencia de un asistente a la ceremonia, con detalles como sacarse el pasaporte o pasar la aduana.
Los más pequeños podrán realizar experimentos químicos en los que trabajó la próxima beata, leer un cuento sobre ella y participar en una gymkana por las calles de Madrid en la que se recorran los lugares más emblemáticos de su vida, como la Residencia Universitaria Zurbarán, en la que Ortiz de Landázuri se consagró en cuerpo y alma a muchas jóvenes estudiantes.
También se ha preparado una exposición sobre su vida que, además de en Madrid, recorrerá varios países, empezando por América Latina. Y se le realizarán varios homenajes en la capital de España, como el que semanas atrás le dedicó el Colegio de Químicos, el que, en abril, se realizará en la Facultad de Química en la Universidad Complutense o el que hoy mismo, en la tarde de este 28 de marzo, tendrá lugar en la Dirección General de la Mujer.
El esfuerzo por ofrecer al mundo el modelo que supone esta beata, a nivel de fe y en cuanto a mujer laica y pionera, se completará, por parte de la Fundación Harambee, con la puesta en marcha de 100 becas para mujeres investigadoras en África, sacando diez al año durante la próxima década y trabajándose en dos grandes ejes: las ciencias de salud y los proyectos sostenibles.