En la tarde de este viernes 29 de marzo, a las 19:00 horas en la madrileña calle La Pasa 3, se ha presentado el documento ‘Orientaciones pastorales sobre la trata de personas’. Los encargados de presentarlo serán el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, y el jesuita José Luis Pinilla, director de Migraciones de la Conferencia Episcopal.
En conversación con Vida Nueva, Pinilla reivindica una acción integral contra esta lacra, en la que la Iglesia ha de trabajar, codo con codo, con otras confesiones, son la sociedad y con las autoridades políticas.
PREGUNTA.- ¿Cuáles son los ejes en los que se articula el documento ‘Orientaciones pastorales sobre la trata de personas’?
RESPUESTA.- Hay cuatro ejes fundamentales para que todos podamos contribuir a evitar que el fenómeno de la trata sea invisible. Un primer eje es el del análisis, imprescindible para comprender y luego actuar. Con él podemos para acercarnos a las causas y caer en la cuenta de la mercantilización de la persona, algo básico. No es valorada por sí misma ni se sitúa en el centro. Junto a ello, hay que comprender las causas de la demanda que sostiene el negocio de la trata y permite la explotación. Y el empuje hacia la necesaria visibilización, con sensibilización, información, formación…
Además, hay que ver cómo funciona la trata de personas, lo que nos lleva a dirigir la mirada al negocio que la sustenta, al aprovechamiento de las personas migrantes, a las condiciones de trabajo tan ínfimas que nos hacen caer en la cuenta de los ‘productos’ que llegan hasta nosotros. Y, para finalizar, hay una dimensión destinada a las respuestas, donde cobran especial énfasis el trabajo en red y el fortalecimiento de la cooperación entre entidades eclesiales, de otras confesiones, civiles o la propia administración pública.
Un mayor clamor
P.- Varias comunidades cristianas hacen de la lucha contra la trata parte esencial de su carisma, y también está el papa Francisco, que ha situado la denuncia de este drama en uno de los ejes de su pontificado. Siendo esto cierto y significativo, ¿consideras que, a un nivel global, desde la Iglesia se clama suficientemente alto contra el fenómeno de la trata?
R.- Desde la Iglesia se clama, aunque quizá no tan alto como deberíamos. En gran parte de nuestra comunidad, la trata sigue siendo un fenómeno tan invisible como para la sociedad en su conjunto. Nunca se trató este tema con altavoces eclesiales tan potentes como los que está impulsando el Papa actualmente. De Francisco sobresale la propuesta de intervención en Casa Santa Marta, que implica a mucha gente, y no solo de Iglesia.
Pero su eco se difumina, pues entra en el ámbito de la dificultad de abordarlo adecuadamente (además de un cierto pudor para tratarlo) por mucha de la gente de nuestras parroquias, que son gente muy sencilla y en los que prima la labor más asistencial.
Pero no olvidemos que, quienes son esclavizados, quienes son colaboradores necesarios de este negocio y quienes mercantilizan con las personas, están instalados en nuestro entorno más cercano. Es un crimen aberrante del que toda la Iglesia ha de tomar conciencia y ante el cual ha de pronunciarse y alzar la voz. Porque Dios escucha el clamor de su pueblo, pero hacen falta un mayor grito y fuerza, hasta que griten las piedras. Falta la fuerza evangélica necesaria, pues apenas la cultivamos para este tema.
P.- ¿Esta cuestión u otras relativas a la dignidad de la mujer, como la prostitución o la violencia de género, son prioritarias en las homilías de nuestros sacerdotes y obispos?
R.- Desde mi punto de vista, no es algo prioritario en la mayoría de las homilías. Probablemente por las razones que decía antes. Y porque, hasta hace poco, como con otros muchos colectivos vulnerables, no es algo que sintamos que nos ataña personalmente. Es cosas de otros, de países y de personas. Es puntual y se ciñe sobre todo a la reciente celebración de la jornada mundial de oración y reflexión contra la trata, que lleva poco años potenciándose.
¿Y los laicos?
P.- ¿Y los laicos cristianos, denuncian más que la media general este tipo de situaciones de vulneración de los derechos de la mujer?
R.- No… Aún queda mucho por hacer. Se está abriendo paso el camino de los reconocimientos de los derechos de las mujeres. Pero la Iglesia quiere una solidaridad, no de huracán (solo llamativa y puntual), sino estructural en este tema. Esta, en este aspecto y en otros muchos que afectan tanto a la dignidad de la mujeres, es de implicación débil y poco constante.
Ojalá, todos los cristianos se acercaran a la entrega de la vida que hacen varias congregaciones religiosas ejemplares en este campo, que se adentran (como en otros campos) donde los hombre no se atreven. Contando con que, en su conjunto y globalmente hablando, son muchas las diferencias de países, pueblos y culturas, nosotros hacemos lo que podemos, pero toda la Iglesia tiene que seguir tomando conciencia.
En la Iglesia en España, desde la Sección de Tata, la red intereclesial, las congregaciones religiosas, el grupo de coordinadores o los delegados de Migraciones se está haciendo un gran esfuerzo por visibilizar y sensibilizar en el entorno parroquial y la comunidad cristiana, al igual que en los colegios, movimientos, grupos parroquiales y comunidades religiosas.
P.- ¿En qué modo concreto se puede comprometer la Iglesia, con estructuras fuertemente arraigadas en medio mundo, en la lucha contra este drama?
R.- Haciendo un trabajo en red coordinador y polivalente. De una manera trasversal. Lo hemos intentado con la Guía Pedagógica Eclesial, que aborda, para los lugares de enseñanza, tutorías sobre el tema en muchas asignaturas: en clases de matemáticas o Geografía se puede hablar de esto…
Y favoreciendo el trabajo preventivo en los países de origen, evitando así que las personas no caigan en las redes de mafias, cooperando activamente en la detección de víctimas, sensibilizando a la opinión pública sobre la prostitución y sobre la verdadera inversión que realiza quien acude a estos servicios. También, formando a nuestros jóvenes en el respeto a la persona, donde esta se sitúe siempre en el centro y sea valorada por sí misma, donde se proteja su dignidad y con unos derechos fundamentales que han de ser respetados.
Además, hay que influir en los medios de comunicación que tienden a fomentar la cosificación de la persona, con principios utilitaristas y consumistas. Mediante esta incidencia social, se podrá movilizar a la ciudadanía para revindicar justicia ante este abuso. Por último, hay que trabajar la incidencia política, para que se promulgue una ley integral contra la trata y se proscriban todo tipo de locales y actividades donde se ejerza la prostitución.
La tarea es ingente, pero se empieza generando procesos más que llenando plazas.