Seguramente, Najwa Nimri atraviesa el mejor momento profesional de su vida. Como actriz, su papel en la serie ‘Vis a Vis’, donde ha interpretado a una Zulema Zahir que es todo un volcán, ha cosechado una legión de apasionados seguidores en las redes sociales. Y no menos eco es el que ha conseguido con la película ‘Quién te cantará’, dirigida por Carlos Vermut y en la que, en el fondo, se viste de ella misma… aunque, precisamente, sea su antítesis, pues aparenta “la nada” quien es en verdad un torrente de energía.
Como cantante (su primera y más honda vocación), tras su reencuentro con Carlos Jean en 2015, el grupo Najwajean volvió con fuerza a los escenarios con el disco ‘Bonzo’ (en solitario, la navarra sacó ‘El último primate’, ‘Donde rugen los volcanes’ y ‘Rate race’). Por no hablar de que, desde este viernes 29 de marzo, su voz es la que encarna la banda sonora de la película ‘Dumbo’.
Pero, más allá de esa imagen de diva (de la que ella nunca pierde ocasión para reírse), ¿qué sabemos de Najwa Nimri en el plano espiritual? Aunque sea a cuentagotas, basta con acudir a varias de sus entrevistas para encontrar referencias cuanto menos curiosas. Así, en El Mundo, al serle preguntada por su padre, jordano que llegó a España con una beca para formarse, ha reivindicado (valga la hipérbole) que la suya es “la única familia cristiana de Jordania”.
En La Voz de Galicia, la artista recoge el guante cuando le citan a santa Teresa (“nunca pasa nada; y si pasa ¿qué importa?, y si importa ¿qué pasa?”) y afirma de la Santa de Ávila que “dijo la mejor frase del planeta: ‘Tan alta vida espero que muero porque no muero’. Esa sí la comparto”.
En dicha charla con el diario gallego, por cierto, Najwa Nimri responde con otra divertida referencia espiritual a la pregunta de “¿con quién tendrías un vis a vis?”. “Con Buda –asegura–, ¡me encantaría que Buda me contara un poco! Le preguntaría si no desear es una opción. Tendría un vis a vis primero con Buda y, acto seguido, otro vampírico, con Drácula”.
En un tono más reflexivo se muestra en Magazine, donde muestra hasta qué punto no le deja indiferente lo esencialmente humano (allí donde dicen que anida Dios): “Por distintos motivos, he tenido la posibilidad de viajar y filtrar lo que he visto. Mi padre es jordano. Cuando salió del país para estudiar aquí, ya había muchos refugiados sirios que llegaban allí en condiciones desoladoras. He estado en Israel. He visto lo que pasa. En cuanto pisas África, te das cuenta de que vivimos en Disneylandia, preocupados por que al perrito no le falte de nada e inseminándonos para traer más criaturas al mundo mientras otros niños mueren de inanición. Hay temas con los que no me permito ser frívola. Hay gente que siente la necesidad de expresar todo lo que piensa y andar todo el día sacando banderas. Yo las quemaría todas”.
Tal como sintiera alguien como Miguel de Unamuno, que solo aparcaba la duda agónica para entregarse a la paz espiritual en la contemplación de la naturaleza, Najwa Nimri, deja entrever en esa charla algo esencial en su existencia: “Vivo en un valle rodeada de árboles y de agua dulce. Paseo por el bosque y miro las vacas. Me encanta el mar. La naturaleza me coloca. Estamos muy desconectados de lo natural”.
Todo su universo, en el que juegan con gran sensibilidad lo humano y la naturaleza, con un eco que podría evocar, por qué no, lo que nos lleva a mirar a lo alto (susurros de Dios), se reúne en su canción ‘Me tiene que doler’, del disco ‘El último primate’, que dice así: ‘Pequeñas flores azules, / arden sobre mis pies, / que ya no pueden correr. / Vulgar y triste secreto / que ya no puedo contar, / perdido el conocimiento, / solo me queda cantar… / La voz será de otro, / me tiene que doler, / y entre tanto una nota / me salvará otra vez. / Nieve… en mi corazón. / Un monstruo frío, / que no me deja ser. / El viento pasa, / enreda mis entrañas / Tengo marfil por costillas / y en la garganta, arañas. / La voz será de otro, / me tiene que doler, / y entre tanto una nota / me salvará otra vez”.