Vaticano

Montserrat Simón: “En Marruecos, donde no podemos hablar del Evangelio, hablamos con nuestras vidas”

  • La franciscana misionera de María participa en el acto del Papa con los consagrados en la catedral de Rabat
  • “Francisco nos animará a seguir siendo lo que somos: transparentes”, señala esta religiosa navarra





Hasta que finalmente se modificaron algunos aspectos del viaje de Francisco a Marruecos, acortando su estancia y circunscribiéndola a Rabat, y se decidió que el idioma oficial que el Papa utilizaría no sería el español, sino el italiano, la pamplonica Montserrat Simón era, oficialmente, la traductora de Bergoglio al francés 3.

Esa modificación del viaje impidió también que Francisco visitase finalmente la casa de esta franciscana misionera de María en Casablanca, – que lleva 33 años de estancia en el reino alauí– pero no impedirá que en la mañana de este domingo, 31 de marzo, pueda saludarle personalmente en el acto que mantendrá con la vida consagrada en la catedral de Rabat.

PREGUNTA.- ¿Qué significa el viaje del papa Francisco a un país como Marruecos?

RESPUESTA.- Ha sido una sorpresa muy grande, y en el año en que se celebra el 800 aniversario del encuentro de san Francisco de Asís con el sultán de Egipto para hablarle del Evangelio. Y nosotras, en un país en donde no podemos realizar una evangelización directa, ya que no podemos utilizar la Palabra, pretendemos testimoniarla con nuestra vida, como el santo de Asís.

Esta visita, y sobre todo la de un papa como Francisco, supone nuevos ánimos para seguir intentando transmitir con la vida más que con las palabras. Y al mismo tiempo, en un mundo en donde islam y terrorismo son para mucha gente exactamente lo mismo, queremos poder decir a través de lo que vivimos que todos somos buscadores de Dios, que Dios es más grande que los conceptos y que lo que nos une es mayor que lo que nos separa: todos somos hijos de Dios y nos necesitamos los unos a los otros para descubrir ese misterio.

“Se puede transmitir más con silencio que con un sermón”

P.- Pues los alrededor de 300 consagrados que están en Marruecos deben de estar dando buen testimonio de vida, porque se están produciendo numerosas conversiones…

R.- Sí, es cierto, hay hechos que te muestran que está pasando algo en este sentido, que te respetan. Yo estuve cuatro años conviviendo con los nómadas en la montaña y saben que somos cristianos, pero con una vida muy sencilla en medio de ellos, compartiendo valores, nuestro testimonio acaba calando también en ellos. Se puede transmitir más en silencio y con actos que haciendo un sermón.

P.- El papa Francisco va también a hacerse presente en la Frontera Sur, donde encallan tantas vidas de migrantes…

R.- Cada vez que me encuentro frente al Mediterráneo, solo pensar la de vidas que se pierden ahí, me parece inconcebible. En Casablanca hay unos 1.600 migrantes que duermen cada noche de mala manera en la estación de autobuses. Es una realidad muy dura y sabemos que la solución del problema migratorio no es dar de comer y unas tiendas de campaña, pero cuando alguien tiene hambre, hay que atender esa primera necesidad. Y creo que el Papa viene a hacer un gesto como el que tantos otros estamos intentando hacer, gestos pequeños porque el problema nos supera. Pero es muy duro porque no le vemos solución.

Vivir la vida de la gente

P.- En un instante, Francisco se reunirá en la catedral de Rabat con todos los sacerdotes y religiosos que están en el país. ¿Qué cree que les va a decir?

R.- No creo que nos diga nada nuevo. Creo que nos animará a seguir siendo lo que intentamos ser cada día: transparentes. Francisco no hace discursos complicados, pero nos ayudará a estar donde estamos, porque nuestro primer objetivo es ser una presencia cristiana. Y eso no se puede hacer por Internet, sino viviendo la vida de la gente.

P.- Seguramente tendrá oportunidad de saludar a Francisco. ¿Qué le gustaría decirle?

R.- Lo primero, darle un gracias muy grande. Y pedirle que nos contagie la fuente de su alegría, porque cuando se leen y ven las críticas y divisiones, incluso dentro de la Iglesia, ver esa sonrisa que mira siempre el lado positivo de las cosas, y que no le hace tener miedo a llamarlas por su nombre, reconforta. Así que le daré las gracias por su alegría y por ser tan hermano.

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