Simbólicamente, Rafael Sánchez Ferlosio ha muerto hoy, 1 de abril de 2019, cuando se cumplen 80 años del fin de la Guerra Civil. Algo que, sin buscarlo, marcó en parte su propia vida. No en vano es hijo de Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange y creador del grito “arriba España”, aunque siempre mostró un carácter humanista y abierto, que le llevó incluso a tratar de interceder por Miguel Hernández…
Sánchez Ferlosio nunca se encuadró en ningún modelo preestablecido y, de hecho, su obra ‘El Jarama’ (1955) fue considerada un grieta de luz en un momento en el que el franquismo era aún un régimen bastante cerrado al mundo, mostrando, con su peculiar estilo realista, la realidad de la clase trabajadora tanto urbana como rural. Otra cosa es que él siempre haya mostrado su rechazo por la obra que le encumbró (ganó el Premio Nadal por ella)…
Hombre libre y apasionado, el autor, nacido en Roma (donde su padre ejercía como corresponsal de ‘ABC’) hace 91 años, ha escrito prácticamente de todo. También de Dios. En este caso, a modo de homenaje, acudimos a su artículo ‘Cuando patriotismo rima con religión’, publicado en ‘El País’ en 2008, coincidiendo con la aparición de su ensayo ‘God & Gun. Apuntes de polemología’ (Destino).
En dicho texto, Sánchez Ferlosio se cuestiona por la “acendrada religiosidad de los americanos, predominantemente protestante”, que conduce a “una religiosidad casi fundida con el patriotismo”. Cuando esta se aplica a la guerra (y sobre todo a las intervenciones exteriores de Estados Unidos en tantos y tan diferentes países), florece el “ideal de moralidad americano”.
En base a este, “ni por un momento se les pasa por las mientes poner en cuestión el ‘ius ad bellum’, el derecho de América para hacer la guerra. América no puede hacer más que una guerra justa, porque América, los americanos en cuanto americanos, son ‘los nuestros’, y, por definición, ‘los nuestros son los buenos’”.
“Nadie lo comentó más lúcidamente –abunda el escritor– que el entonces director de ‘Le Monde’, Jean-Marie Colombani: consideraba la mezcla de poder y buena conciencia como un ‘cóctel corrosivo’, que borra cualquier duda o inhibición e impide la autocrítica. Al cabo, decía literalmente, ‘la convicción absoluta de ser un país ‘fundamentalmente bueno’, tal como el año pasado declaró a ‘Fox News’ el presidente Bush, tiene por consecuencia lógica la de satanizar al adversario; y una vez que esté deshumanizado, que sea el mal, todo está permitido contra él”.
“Por mi parte –añade–, siempre he comentado cómo se equivocaba aquel personaje de Dostoievski que decía: ‘Si Dios no existe, todo está permitido’. Es cuando hay Dios cuando todo está permitido. Así que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de razón”.
Lo que le llama la atención a Sánchez Ferlosio es que la Iglesia católica estadounidense, teórica depositaria de un mensaje universal, también haya aceptado el “mesianismo” local por el que parecen fundar “una nueva Jerusalén” en Washington: “El universalismo es, naturalmente, un rasgo que san Pablo ha impuesto a la Nueva Alianza, y los Estados Unidos, ‘la nación más bendecida por Dios a lo largo de la historia’, se han hecho, lógicamente, sus depositarios y portaestandartes de su difusión mundial”.
“Al informarnos de esta función de albaceas o fideicomisarios del testamento de Dios”, el literato constata que los estadounidenses que se sienten baluartes de los “valores americanos”, no se solo “se refieren al legado del Dios judeo-cristiano”, sino que también incluyen bajo su manto a los musulmanes.
Algo especialmente peliagudo en un contexto marcado por la ‘guerra contra el terrorismo’, que ha tenido como tristes escenarios Irak, Afganistán o Siria, y que “ha sido concebida desde el principio y sin vacilaciones (‘sin complejos’, como gusta de decir José María Aznar) como guerra escatológica, y hasta casi santa”.
“De Mauthausen a Guantánamo –concluye desgarrador–, la intención y el procedimiento de materializar visualmente el abismo entre hombres y no-hombres no han cambiado”.
En este 1 de abril, cuando se cumplen ocho décadas de la inauguración, en España, de un régimen que ayudó a levantar su padre y que fue bautizado como “nacional-católico”, esta reflexión de Sánchez Ferlosio parece más viva que nunca. Y cercana.